Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 1 de octubre de 2025
No importa que seamos tan feas como una bruja o tan bellas como Venus, tenemos que estar amarradas a alguna mujer de edad, que muy frecuentemente sucede que es tan aficionada a un «flirteo» moderado como la ingenua joven que está a su cargo. Discúlpeme, señor Greenwood, que le hable tan cándidamente, pero mi opinión es que los métodos modernos de la sociedad son todos fingidos y engañadores.
Un momento después fue introducido a nuestra presencia, y, saludándonos, exclamó, con una sonrisa: Supongo, caballeros, que tengo que presentarme yo mismo. Me llamo Dawson, Ricardo Dawson. Y yo soy Gilberto Greenwood dije con cierta frialdad. Mi amigo, aquí presente, se llama Reginaldo Seton.
¡Ah! es usted muy bueno, señor Greenwood replicó, levantando sus hermosos ojos y mirándome con una expresión de profunda gratitud. Debo confesar que la idea de tener que verme íntimamente ligada a un desconocido, y que este desconocido es un extranjero, me produce un gran temor y recelo.
Tomé la misiva que me entregaba, y temblando la abrí, encontrando, escritas apresuradamente con lápiz sobre una hoja de papel de esquela, estas pocas líneas: «Estimado señor Greenwood: Indudablemente le causará a usted inmensa sorpresa saber que he abandonado para siempre mi casa.
En el acto que me despedí de ella, me encaminé a Bedford Row, donde tuve otra consulta con Leighton, al cual le expliqué mis serios temores. Como ya le dije, señor Greenwood exclamó el abogado cuando hube terminado, recostándose en su silla y mirándome gravemente a través de sus anteojos, creo que mi cliente no ha fallecido de muerte natural.
Recuerde que él me mostró esa bolsita de gamuza, la primera noche que nos conocimos le dije. Me declaró entonces que lo que en ella se encerraba le daría fortuna... y ciertamente que ha sido así añadí, paseando la mirada por el magnífico salón. Le dio riquezas, pero no felicidad, señor Greenwood respondió tranquilamente.
No lo has hecho, porque sabías cuál sería el resultado, en ese caso rió con desprecio. Nunca he confiado en la palabra de una mujer... aseguro que nunca. Ahora que ha muerto el viejo, eres rica, y yo quiero dinero añadió decisivamente. Pero todavía no tengo nada replicó. ¿Y cuándo vas a tenerlo? No sé. Antes hay que cumplir con todas las formalidades legales; así me lo ha dicho el señor Greenwood.
Usted debe pensar, no hay duda, que todo esto es muy extraño; pero, hablándole con sinceridad, señor Greenwood, le diré que me ocupo activamente en una investigación muy curiosa, cuyo feliz resultado me hará algún día poseedor de una fortuna que ni en mis sueños más extravagantes me forjé jamás. ¡Vea! exclamó de pronto, con una mirada de extraña fiereza en sus grandes ojos obscuros, al desabotonarse rápidamente su saco azul y sacar de debajo de él un pedazo cuadrado y chato de gamuza muy usada y manchada, dentro de la cual parecía que se encerraba algún precioso documento u otro objeto de valor. ¡Mire!
Se puso de pie en el acto que me vio, y me saludó con apresuramiento cuando el sirviente anunció mi presencia. Otra vez está de vuelta, señor Greenwood exclamó. ¡Oh, cuánto me alegro! He extrañado mucho no haber sabido nada de usted. ¿Dónde ha estado? En Italia repliqué, sacándome el sobretodo por indicación de ella, y sentándome después a su lado en un silla baja.
Sí, lo sospecho fue su contestación clara y sin vacilación. Usted conoce su historia, señor Greenwood; usted sabe que él llevaba a todas partes un objeto guardado en una bolsita de gamuza, objeto que era su más precioso tesoro. El señor Leighton me ha dicho que se ha perdido. Desgraciadamente es así repliqué.
Palabra del Dia
Otros Mirando