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Actualizado: 11 de julio de 2025


Pero me parece que se prolonga demasiado la conversación de Inés con lord Gray, y voy a hacer que hablen en corrillo donde les oigamos todos. Sr. D. Gabriel, ni un momento debe abandonarse el ejercicio de la prolija autoridad materna. ¡La autoridad! ¿Qué sería del mundo sin la autoridad? En efecto, ¿qué sería? ¡El caos, el abismo!

Por eso verá usted que apenas permito a mis niñas hablar un poco con Ostolaza, con lord Gray o con usted, si bien ha habido noches en que les he consentido conversaciones de quince minutos en distintas horas. Comprendo que mi sistema, aunque no es riguroso, será criticado por los que dan rienda suelta a los impulsos naturales de la juventud. Pero no me importa.

Usted es quien ha sacado a esa joven de aquella honesta casa, morada augusta de los buenos principios; usted quien la ha quitado de la protección y amparo de doña María, cuya santidad y nobleza engrandecen cuanto a su alcance se halla. ¿Con que es una gran bellaquería? repitió lord Gray burlonamente . Eso quiere decir que soy un gran bellaco.

Pertenece a una de las mejores familias de Inglaterra, y es más rico que un perulero... Ya... ¡ creíste que estas y otras eminentes cualidades nadie las poseía más que el Sr. D. Gabriel de Tres-al-Cuarto! Lucido estás... Pues oye otra cosa. »Lord Gray cautiva a las muchachas con su amena conversación.

Poco después volví al lado de doña María a punto que don Diego, apartándose de su hermana, hacía lo mismo, y le decir: Señora madre, a ser usted, yo no permitiría a Inés tantas intimidades con lord Gray. Francamente, señora, esto no me gusta, y menos cuando veo que la que va a ser mi mujer, se está los minutos de Dios oyéndole y contestándole sin pestañear.

No: no somos ni podemos ser amigos exclamé con la exaltación de la embriaguez . ¡Lord Gray, le odio a usted! Otro traguito dijo el inglés con socarronería . Hoy está usted bravo. Antes de beber, habló de matar a un hombre. , ... Y ese hombre es usted. ¿Por qué he de morir, amigo? Porque quiero, lord Gray; ahora mismo. Elija usted sitio y armas. ¿Armas? Un vaso de Pero Jiménez.

Para cortar la cuestión dijo lord Gray yo pagaré a todo el mundo. Poenco, sírvenos. Las majas que allí había obsequiaron a lord Gray con sonrisas y dichos graciosos; pero el inglés no tenía humor de bromas. ¿Ha venido María de las Nieves? preguntó a una. Pesaíto está con María de las Nieves. ¿Nosotras somos aljofifas?

Amaranta hizo pasar a lord Gray a una estancia inmediata y al instante me llamó a su lado. El inglés afectaba tranquilidad; mas la condesa adivinando sus propósitos, le desconcertó al momento. Ya a que viene usted le dijo . Sabe que Asunción ha entrado en mi casa... Por Dios, lord Gray, retírese usted. No quiero tener nuevas ocasiones de disgusto con doña María.

Ese inglés tiene una audacia sin límites, en nada repara y será capaz de traerme aquí la casa entera con doña María dentro, cual una cotorra en su jaula. ¿No le crees capaz de eso? De eso y de mucho más. Pero lord Gray no parece. Nadie sabe su paradero. Fue a la expedición del Condado, y aunque se cree que regresó a Cádiz, no se le ve por ninguna parte.

Mis hermanas me han dicho que quieren conocerte; , me lo han dicho. Las pobres están muy aburridas. Si no fuese porque lord Gray distrae un poco a las tres muchachas... Vendrás a casa. Pero cuidado con echártela de liberal y de jacobino.

Palabra del Dia

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