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Actualizado: 11 de julio de 2025
Señora condesa dijo venimos a casa de usted en busca de una doncella puesta a mi cuidado, la cual ha sido robada esta noche de mi casa por un hombre que se supone sea lord Gray. Aquí está, sí, señora repuso Amaranta . Es Inés. Si estaba puesta al cuidado de personas extrañas, yo la reclamo porque es mi hija.
Por Dios, habla bajo, disimula. Yo no puedo disimular. Yo no estoy, como tú, educado en esta escuela de los fingimientos. Yo no puedo decir más que la verdad. ¿Has dicho que yo amo a lord Gray? Jamás he pensado en tal cosa. ¡Oh! ¿Qué haré para creerlo?
Cruzáronse los terribles aceros; daba don Pedro unos mandobles que habrían hendido en dos mitades al Sr. Poenco, si este con prudencia suma no se retirara dando saltos hacia atrás. Los presentes aguantaban con gran trabajo la risa, porque el desafío era una especie de baile, en el cual veíase a don Pedro saltando de aquí para allí para atrapar bajo el filo de su espada al supuesto lord Gray.
¡Cómo finge, cómo miente, cómo engaña! exclamé para mí ciego de rabia . ¡La ahogaría! Lord Gray se juntó después con Inés y hablaron largamente. Mi rabia, motivada por una duda cruel, era tanta, que apenas podía disimularla, hablando pestes de las Cortes ante doña María, Ostolaza y Valiente. Avanzaba la hora y doña María indicó con majestuosa gravedad el fin de la tertulia.
Ruidosos aplausos de abajo, y aplausos, patadas y gritos de arriba, ahogaron las últimas palabras del orador. Presentación me miró, y sus mejillas estaban inundadas de lágrimas. ¡Oh, Sr. de Araceli! me dijo . Ese hombre me ha hecho llorar. ¡Qué hermoso es lo que ha dicho! Señora doña Presentacioncita, ¿no repara usted que ni su hermana, ni Inés, ni lord Gray parecen por ningún lado? Ya parecerán.
Todo eso duró hasta que viste a lord Gray con su pelo rubio y su capa negra... pues, como es dijo Inés. Me lo has quitado de la boca prosiguió Asunción, siempre de rodillas y con los brazos apoyados en los de su amiga . Lord Gray fue a casa; yo le miré y dije para mí que se parecía a un San Miguel que está pintado en mi devocionario.
Despejose algo el local con la salida de una fuerte masa de gente, cansada ya de oír discursos, y entonces vi venir a D. Paco, como que bajaba de la escalera de las tribunas reservadas. No están decía el pobre viejo con la mayor ansiedad . Asuncioncita e Inesita han desaparecido. Deben de haber salido otra vez a la calle. Lord Gray se juntó a ellas. ¡Dios mío! ¿Qué nueva tribulación es esta?
Señora doña María replicó Amaranta con la voz tan temblorosa, a causa de la cólera, que apenas se entendían sus palabras no vino mi hija seducida por lord Gray. Vino acompañada por él o por otro, que esto no hace al caso, y movida de propia inspiración y deseo.
Este que aquí está, se llama lord Gray. ¿Quieres saber más? ¿Quieres saber en qué me fundo para pensar que Inés le ama? Hay mil indicios que ni engañan ni pueden engañar a una mujer experimentada como yo. ¿Y eso te asombra? Eres un mozo sin experiencia, y crees que el mundo se ha hecho para tu regalo y satisfacción.
De pronto miré a la tribuna de señoras, que estaba al lado de la Epístola, en lo que podemos llamar el proscenio de la iglesia, y creí distinguir a las dos muchachas. ¡Allí están, allí están!... dije a mi acompañante. Sí, y en la tribuna inmediata, que es la de los diplomáticos, está lord Gray. ¿No le ve usted?... Está con la cabeza entre las manos, pensativo y meditabundo.
Palabra del Dia
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