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Actualizado: 26 de junio de 2025
Juanita agradeció mucho esta lisonjera petición de doña Inés, y, casi con lágrimas de gratitud en los ojos, prometió a doña Inés que la mata de pelo sería suya cuando se la cortase.
La pobre Teresa, al pensar que su antigua señora era la que había realizado tal milagro, atrayendo a su esposo a la buena senda, sentía tal gratitud, que no podía hablar de ella sin que se le saltaran las lágrimas. ¡Qué buena persona era doña Manuela! Ella únicamente había sabido catequizar al señor Cuadros.
Escribo la presente desde Arcos: desde el día en que Su Majestad se dignó conceder gracia a la condesa de Pópoli, conoce mis sentimientos para con ella: afección insensata, probablemente, pero que no acabará sino con mi vida, así como mi gratitud y mi respeto para Vuestra Majestad.» »Cuando me hubo dado a leer esta carta, la cerró, selló y envió por un correo.
Las líneas citadas han impulsado á Lord Holland (modelo al cual se han ajustado casi todas las biografías de Lope), á suponer que nuestro poeta manifiesta falta de gratitud y de satisfacción propia, cuando divinizado por el pueblo, visitado por los grandes, lleno de honores y pensiones, cree, sin embargo, que su dicha no iguala á sus merecimientos. Fúndase el autor inglés, para opinar así, en la cuantía de las sumas, que, según dice Montalván, ganó Lope con sus obras. Pero, ¿qué resulta de estos datos, que exagera Montalván , como acostumbra siempre que trata de números, según probaremos en breve? ¿Son, acaso, exactos, ó hay otras razones, en que apoyarse? 80.000 ducados por las comedias, 6.000 por los autos, 1.100 por sus demás escritos, 10.000 en regalos de diversos grandes, ó, lo que es lo mismo, 97.000 ducados, que equivalen á unos 250.000 francos, distribuídos en setenta y tres años que vivió, ó, por lo menos en cincuenta, que comprenden su vida de escritor, además de 740 de producto de sus beneficios, apenas son bastantes para haber atendido á la satisfacción de sus necesidades, á la subsistencia y educación de sus hijos, y á sus inclinaciones caritativas. Su generosidad para con los pobres era tan grande, que su casa era considerada como lugar de refugio de todos los indigentes. Y aun en el supuesto de que fuese pródigo en demasía en dar limosnas, ¿arrojará esta propensión mancha alguna en su carácter? Consta que reducía sus propios gastos, y los de su familia, para dar su dinero á los demás; cuando su hija Feliciana se casó con D. Luis Usátegui , no pudo dotarla, viéndose obligado á recurrir á la generosidad del Rey. Por lo que hace á las quejas sobre la poca estimación que merecía su talento, y sobre las críticas mezquinas que se hicieron de sus obras, cúmplenos manifestar, que, á nuestro juicio, aluden á las disputas literarias, de que tratamos en las líneas anteriores, fundándose en los indignos ataques de Rámila, de Góngora, etc. Sin duda Lope de Vega conocía y sentía su mérito, y al pensar en sus obras, llenábase su pecho de natural orgullo; pero esto no justifica el aserto de que adoleciera de vanidad literaria.
Las cartas escritas por Vérod a la Condesa, dos o tres por todo, nada decían de notable: expresaban solamente la gratitud del joven por la visita al sepulcro de su hermana, y el deseó y la esperanza de verla de nuevo.
Repito, pues, que estoy lleno de gratitud hacia mi padre; él me ha reconocido, y además, a la edad de diez años me envió con Vd., a quien debo cuanto soy. Si hay en mi corazón algún germen de virtud, si hay en mi mente algún principio de ciencia; si hay en mi voluntad algún honrado y buen propósito, a Vd. lo debo.
D : por una parte, su carácter personal era naturalmente obsequioso, ademas de lo que en ello influian los hábitos y la índole de la buena sociedad setentrional de los Estados Unidos; por otra, le movia un sentimiento de gratitud muy singular.
Si cual le vi le miráras, por mí venciendo á una fiera, tu gratitud le quisiera, cual le amo yo, tú le amáras. ¿Por qué se oculta, y por qué tú no me dices su nombre? No lo sé, ni hay que te asombre, que del amor en la fe, de la ventura en la calma, el espíritu anhelante no pregunta, goza amante: ¿tiene acaso nombre el alma?
De aquí que Nuño desechase siempre como suposición maliciosa la idea que a veces se le presentaba de que doña Mencía tuviese amores. Lo que tenía era afecto casi maternal, y algo de satisfacción de amor propio y mucho de gratitud al considerarse querida. De esto sí que no dudaba Nuño.
El griego, al contrario, lleno de gratitud por el más insignificante hilillo de agua, lo deificaba como una fuerza natural; le construía templos, le erigía estatuas y acuñaba medallas en su honor.
Palabra del Dia
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