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Actualizado: 26 de junio de 2025
Y movida ella por gratitud y por amorosa vehemencia, unió su boca a la de Morsamor y la regaló con hondo y prolongadísimo beso. Extrañas fueron las impresiones de Morsamor. Se figuró que donna Olimpia absorbía con sus labios toda la mocedad y toda la vida nueva que las pociones mágicas del Padre Ambrosio le habían infundido.
Debo decir, para descargo de mi conciencia, que desde aquel momento la gratitud me hizo olvidar toda cavilación maliciosa acerca del parentesco de mis compañeros de viaje. La noche estaba ya bien avanzada cuando pasábamos por enfrente de Simancas, tan famosa por su archivo histórico riquísimo en preciosos documentos.
Ellos se apellidan los restauradores de la espiritualidad del alma, y de la libertad humana; y cuando hablan de Dios, poco falta si no le exigen un tributo de gratitud por haber restaurado su trono.
Yo me quedo aquí». A pesar de lo trastornadas que estaban sus facultades, Fortunata supo apreciar el verdadero sentido de aquella resistencia de Jacinta a presentarse con la niña. Era un sentimiento de modestia y delicadeza. Quería sustraerse a las manifestaciones de gratitud de la pobre enferma, y evitarle a esta el sonrojo de su desairada situación como madre.
Paseaban por las cubiertas con la misma satisfacción del que paladea el regalo de la casa propia después de un viaje penoso. Entraban en el buque con una emoción de gratitud, lo mismo que si volviesen al pueblo natal.
LXVIII lo que sigue, apropósito de algunas líneas escritas por el autor en honor de la memoria de Echeverría: «El General Mitre ha escrito estos recuerdos con el cariño del amigo y la gratitud del discípulo.
La lucha entre el amor y el deber de la gratitud es grande en su pecho; pero no se resuelve á ceder su amada al infiel, y para impedirlo indefectiblemente, se apresura á casarse con ella; declara en seguida á Abdallah que ya no le debe favor alguno, y que vuelve á su poder prisionero.
No me pesa la gratitud, pero quiero, para acabar de cimentar nuestro afecto, que ustedes me deban algo.
Luego, en el largo monólogo de aquella noche interminable cruzaron por su mente recuerdos de la juventud, memorias de gratitud hacia Susana, punzadas de dolor renovado por la pérdida del hombre a quien había querido, e ideas de miedo y responsabilidad ante la carga que para ella representaba el porvenir de aquellos niños. «¿Sabré corresponder se decía a todo lo que Susana ha hecho conmigo? ¿Podré pagar al hijo lo que debo a la madre? ¿Llegará un momento en que las circunstancias me obliguen a favorecer al mío en perjuicio del suyo?
A pesar de su hermosura le pareció estar hablando con un hombre. Con ambas señoras había venido también Valeria, la joven francesa protegida por Alicia, señorita de compañía en los tiempos de esplendor y que ahora sólo acompañaba su pobreza por gratitud y fidelidad.
Palabra del Dia
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