Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 24 de junio de 2025
Rosalía sintió secreto pavor al entrar en ella, y cuando Torquemada se le apareció, saliendo de entre aquellos trastos con un gorro turco y un chaquetón de paño de ala de mosca, le entraron ganas de llorar. «¿Y la familia?» le preguntó Torquemada al saludarla. No tiene novedad; gracias... replicó la dama sentándose en la silla que se le ofreció.
Atrancada bien la puerta, volvió aquel á su trípode, y estableciéndose en ella, miró al del gorro, como si esperara de él una gran cosa. ¡Buena la han armado! dijo en voz alta, seguro de no ser escuchado por voces extrañas ¡Otro alboroto esta noche! Y dicen que la Guardia Real prepara un gran tumulto. Usted, D. Elías, debe saberlo.
Un tirante amarillo cruza el pecho del rapaz con la prosapia de una banda, y sujeta el calzón de pana, que no llega a los zuecos. En una mano sostiene el gorro catalán, que aún tocaba su cabeza al parecer en la antesala, y en la otra estruja una rana viva. ¡Santas y buenas noches! Saluda, Floriano. EL NI
Don Matías tenía sus manías; por ejemplo, ir siempre tarde a comer para demostrar que los muchos trabajos no le permitían ser puntual. Don Matías solía estar en su despacho con su gorro y su bata, cuando no andaba por el almacén, por entre hileras de sacos y de cajas, dando órdenes o paseando con las manos cruzadas en la espalda.
El secreto estaba descubierto. Su repentino deseo de venir a Mayvill había sido con el fin de celebrar una entrevista a media noche. Sin un momento de vacilación me puse mi sobretodo, cubrí mi cabeza con un gorro de golf y bajé a la pieza que quedaba debajo de la mía, donde encontré abierta una de las grandes ventanas, y por ella salí rápidamente al enarenado camino.
La imposibilidad de salir de casa le pone de un humor de doscientos mil diablos». Estaba sentado junto a la chimenea, envuelto de la cintura abajo en una manta que parecía la piel de un tigre, gorro calado hasta las orejas, en la mano un periódico, en la silla inmediata tres, cuatro, muchos periódicos.
Salieron dos viejas y un señor muy gordo, encasquetándose un gorro negro antes de ponerse el sombrero; mas Tirso dentro permanecía. «¡Qué calma! pensaba Pepe ¡Sabiendo cómo estarán en casa!» De pronto sacó otra vez el reloj y, notando que había pasado casi un cuarto de hora, se le acabó la paciencia y bajó la escalerilla: aún se detuvo unos instantes en la puerta, mas en balde.
Entonces solía don Víctor asomar la cabeza, con su gorro de borla dorada, por la puerta de escape que abría con cautela, sin ruido.... Anita no le oía; y él, un poco asustado, con una emoción como creía que la tendría entrando en la alcoba de un muerto, se retiraba, de puntillas, con un respeto supersticioso. A dos cosas tenía horror: al magnetismo y al éxtasis. ¡Ni electricidad ni misticismo!
Tenía puesto un gorro negro de lana con borlita que le caía por delante al inclinar la cabeza, y se retiraba hacia atrás cuando la alzaba. Como estaban los dos solos, dábale bromas sobre aquello del comer poco y a menudo; pero él se apresuró a variar la conversación, llevándola al asunto de Maxi. «Una cosa muy seria, tía, pero que muy seria».
¿Hay fuego en el castillo? preguntó imperiosamente Clementina, que apareció en chambra y gorro de dormir. ¿Qué significa ese ruido, Bobart? ¡Ah! buena y querida amiga, balbuceó el abogado, ¡qué suceso! Pero ¿qué, qué ha sucedido? Habla, pues, en vez de gimotear! Pues bien ... ¡Tu sobrina ha partido! ¡Ha partido! exclamó la señorita Guichard. ¿Pero cómo? ¿Por dónde? Con su marido; por la puerta.
Palabra del Dia
Otros Mirando