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Actualizado: 24 de septiembre de 2025


A pesar de mi cariño, no puedo menos de encontrar cómico el apuro de Lacante, y él, que lo ha observado, me ha tirado su gorro a la cara. El estado de Elena no es grave hasta ahora, y puede uno reírse sin remordimiento del gracioso embrollo en que este buen señor está metido.

Espera un poco, tonta, mira qué buena noche está... hablemos aquí un poco.... Yo no tengo sueño; tiene razón Paco; hablemos dijo don Víctor, que había entrado en su cuarto y se había puesto las zapatillas y el gorro de borla de oro. ¿Cómo hablar? no señor..., a la cama.... Y Ana, coqueta sin querer, amenazó graciosa, provocativa, con cerrar las ventanas y las contraventanas....

Y dió un portazo, dejando a Esteven solo, en la alcoba conyugal, pues lo era esta estancia lujosamente decorada... Esteven, con un gorro de terciopelo bordado de gusanillo mate y borla de oro, la barba sin teñir, con unas ojeras como dos pinceladas de betún, amarillo como un cadáver, los ojos fijos en los dos nombres: Rocchio, Portas, que saltaban sobre la mesa de noche, esperaba... Míster Robert entró...

El hábito se lo había metido sin vacilar; pero al llegar a la cofia le había entrado una repugnancia tan grande, que por tres veces la arrojó al suelo diciendo: «¡Yo no me pongo este gorro!» Y otras tres la había recogido. Por fin, se la puso. Llegó otra vez la hermana y le pidió un espejo.

No pude continuar y bajé la cabeza. Mi padre se agitó en su sillón, creyendo que estaba yo llorando, y dijo: Ahora lágrimas; el argumento supremo de las mujeres. ¡No llores, voto va! Se quitó el gorro y lo lanzó al otro extremo de la habitación. Después se dulcificó.

Cuando las necesidades del servicio hacían transcurrir junto a esta barrera a las camareras rubias, de limpio delantal y albo gorro, los mozos contemplativos parecían desesperarse y un rumor de palabra mascadas y de relinchos contenidos agitaba su cuerpo.

Algunos iban vueltos hacia atrás, mostrando la carita redonda dentro del círculo del gorro y los ojuelos vivos, y se reían con los transeúntes. Otros tenían el semblante mal humorado, como personas que se llaman a engaño en los comienzos de la vida humana. También vio Jacinta no uno, sino dos y hasta tres, camino del cementerio.

Para librar su cabeza de las corrientes frías de la iglesia, llevaba en el bolsillo un gorro negro, y se lo calaba al entrar. Era gran madrugador, y por la mañanita con la fresca se iba a Santa Cruz, luego a Santo Tomás y por fin a San Ginés.

Una hermosa cabeza de mujer, cubierta con un gorro blanco de fantasía, apareció en una ventana al otro lado del patio que había en medio de la casa.

Usa un gorro colorado en la cabeza y un vestido casi igual al de su vecino el Tuerto. Tiene las greñas, las patillas y las cejas canas. No de cierto cómo tiene la cara, porque es hombre que la da raras veces, y no he podido vérsela á mi gusto.

Palabra del Dia

acatasen

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