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Actualizado: 6 de junio de 2025
Pero usted no morirá añadió golpeándose el pecho . Me lo dice el corazón. Poco después de salir el sol, varios hombres fueron reuniéndose en una pradera de hierba rala vecina al río. Tenía por límite unos sauces viejos y con las raíces medio descubiertas, que se inclinaban moribundos sobre la corriente, como si de un momento á otro fueran á dejarse caer en ella. El lugar era triste.
Los únicos que mantenían la algazara de la fiesta eran los que, tostados y sudorosos, salían por las puertas del sol golpeándose amigablemente con las arrugadas botas y las vacías calabazas, dando a entender a gritos que el contenido de aquéllas se hallaba en lugar seguro y servía para algo.
Cuadróse Butrón delante de la dama y dijo golpeándose el pecho: ¡Confía en mí, Curra!... ¡Yo respondo! En aquel momento llamaron a la puerta: el registro había ya terminado y el jefe de orden público pedía permiso a la señora condesa para presentarle sus excusas. ¡Ay, no, no! exclamó Currita . Dígale usted que puedo muy bien pasarme sin ellas.
Y luego, exaltado, abriendo mucho sus ojos tristes, golpeándose la frente: ¡Ah, mi espíritu, mi espíritu!... ¡Mi vida perdida, mis energías muertas!... ¡Ah, el desconsuelo de sentirse inerte en medio de la vibración universal de las almas! Y se ha hecho un gran silencio. Y en el aire parece que había sollozos y lágrimas. Y han sonado lentas, una a una, las campanadas del Angelus.
¡De maestro, mosiú! gritó el Pescadero . Ese par es de primera. Y el extranjero, conmovido por el aplauso del profesor, respondió con modestia, golpeándose el pecho: Mí hay lo más importante. Corrasón, mocho corrasón. Luego, para festejar su hazaña, se dirigió al paje de Morito, que parecía relamerse adivinando la orden. Que trajesen un frasco de vino.
«Gozo, gozo con haber ultrajado a un hombre como usted. Todavía dijo Botín haciendo esfuerzos para reír, y golpeándose con el bastón el pie bonito , todavía tiene usted algo que agradecerme. Puede usted llevarse todo lo del niño. Mi hijo no necesita nada». Isidora corrió hacia adentro. En la cocina, Mariano dormía, reclinado sobre la mesa.
Hoy entran en esta casa con la misma confianza que en la suya y les abruman bajo tantas muestras de cariño. La desgracia les hace olvidar, les aproxima á ustedes. Y tras una pausa, en la que permaneció cabizbajo, dijo golpeándose el pecho: Créame á mí, que los conozco bien: en el fondo son buena gente.
Las gentes que creen en la licencia de Cliff, no se atreverán jamás a acercarse a aquel lugar por diez libras esterlinas. Si el señor Dowlas quiere conocer la verdad sobre este asunto dijo el señor Macey con sonrisa sarcástica, golpeándose los pulgares el uno contra el otro , no tiene para qué hacer apuestas; que vaya allá solo, nadie se lo impedirá.
Iba como si le corrieran detrás, alzando los brazos, arrodillándose en el suelo, golpeándose la casaca bordada de colores: «¡Tal vez pensaba Loppi tal vez el camarón tenga piedad de mí!» Y lo llamó desde la orilla, con voz como un gemido: /P «Camaroncito duro, Sácame del apuro.» P/ Nadie respondió. Ni una hoja se movió. Volvió a llamar, con la voz como un soplo.
Se había caído de una escalera, golpeándose en los filos de los peldaños, que son de bronce... También yo me sentí atraído por las puertas y empecé a golpear la de mi vecino, el hombre misterioso, el personaje de Hoffmann. Necesitaba hablar con él: le invitaba a levantarse, para que bebiésemos una copa juntos y presentarle a mis amigos. «Sal, no tengas miedo: te conozco.
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