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Actualizado: 15 de junio de 2025
¿Queréis que yo continúe desempeñando el cargo de camarera mayor? ¿Que si quiero? os lo suplicaría de rodillas. Pues bien, continuaré siéndolo. ¡Ah! ya sabía yo que no me abandonaríais. Pero con una condición. Hablad. Don Juan Téllez Girón no será molestado por la estocada que tiene en el lecho á don Rodrigo. Os lo juro. Don Francisco de Quevedo no será preso.
Dichosa, porque os ama un hombre que... perdonad... no os enojéis, no voy á hablaros de mi hermano Felipe, sino de mi amigo Juan Girón y Velasco, que os adora... con toda su alma, como un loco. ¡Juan Girón y Velasco, habéis dicho! exclamó doña Clara, á quien había hecho conmoverse de una manera profunda aquel segundo apellido, añadido al nombre del joven.
¡Por obligación...! Antes he sido su esposa ante Dios y los hombres, que su mujer. ¡Ah! perdonad; pero suceden, aun á la mujer más pura, cosas tan extraordinarias... y él, un Girón... audaz y apasionado como su padre... os repito que no os comprendo. Sin tener comprometido mi honor, me he visto obligada, por salvar á su majestad, á casarme con vuestro hijo.
Pero por Dios, Manuel: yo os he llamado para un asunto importante. Lo sé todo; sé que lo más importante para vos es mi amigo Juan Girón y Velasco. Si os envía ese caballero y os digo esto para concluir , decidle que le he dicho ya cuanto tenía que decirle, y que más allá de lo que le he dicho no daré un paso.
Además, el hombre que se había creído amado por la reina, don Juan Téllez Girón, el hombre por quien acaso la reina se interesaba, el que se había casado con doña Clara Soldevilla para cubrir acaso á Margarita de Austria; el recuerdo de aquel hombre, roía el alma del padre Aliaga. Porque el padre Aliaga, desesperado y loco, estaba celoso.
Decía así: «En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu-Santo. Don Pedro Téllez Girón, duque de Osuna, marqués de Peñafiel, conde de Ureña, á su hijo natural, don Juan Girón. »Hijo mío: »Cuando esta carta leyéreis, ó habré yo muerto, ó habréis cumplido vos los veinticinco años, y estaré satisfecho de vos y seguro de que podéis llevar sin mancharle mi apellido.
Valéis mucho, doña Clara; la hermosura y la virtud resplandecen en vuestro semblante, y nada tiene de extraño... No hablemos más de esto. Quisiera veros más propicia á un casamiento con ese mancebo. No puede ser. ¿Por su bastardía? ¿Ignoráis que el nombre de Girón es tal que hace ilustres hasta los bastardos? Vuestro padre no tendrá reparo... Es que yo no quiero, y mi padre no me violentará.
Después, prosiguió: «Los causantes han sido, don Francisco de Quevedo y Villegas, del hábito de Santiago, y don Juan Téllez Girón, homicidas, al menos por intento, de don Rodrigo Calderón.
Es el caso que la duquesa, si tenía mucho por qué desesperarse, no tenía nada por qué acusarse, por qué avergonzarse. Ella no tenía la culpa absolutamente de aquello; ella no la había autorizado; es más, ella, hasta que vió el aderezo funesto sobre doña Clara y supo que el esposo de doña Clara era un Girón, no sabía, no podía imaginarse quién era el padre de aquel hijo completamente fortuito.
¡En todo tiene suerte ese mancebo... mi sobrino postizo! exclamó con una rabia angustiosa el cocinero mayor ; me roban á mí, encuentran su dinero en mi aposento cuando me roban y no pueden robarle á él. ¡Dios mío, Dios mío! me quedo solo en el mundo, y pobre y viejo. En primer lugar, don Juan Téllez Girón, vuestro sobrino postizo, os debe todo lo que es.
Palabra del Dia
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