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Actualizado: 11 de junio de 2025
Halláronlo sus amigos oprimiendo con sus labios un crucifijo, y escuchando devotamente el oficio de difuntos, recitado por un clérigo; presintiendo que se acercaba su última hora, se arrodillaron todos gimiendo y llorando alrededor de su lecho, hasta que un Jesús María, apenas perceptible, les anunció que había terminado su última lucha.
Uno que era casi un niño se atrevió a mirar por encima de la borda, apreciando con ojos de espanto la distancia enorme que se extendía entre el buque y la costa. ¡Yo no quiero!... ¡No quiero morir!... ¡Yo quiero ir a Buenos Aires! ¡Madre!... ¡Mamita!... Y se echó al suelo gimiendo, agitando las piernas para repeler a los que se acercasen.
Buena y valiente es mi señora, dijo Florela gimiendo; que su dolor ha vencido, su semblante ha compuesto, con vos y con doña Margarita ha hablado como si no la hubiese aguijado el impío dolor que la mordía las entrañas; solícita y amiga con doña Margarita se ha mostrado después de que vos os partisteis, y ella misma en su mismo aposento y en su mismo lecho la ha recogido, y luego se ha ido a aquella cámara donde vos a ella anoche os aparecisteis, y no pudiendo más, allí una congoja tras otra la ha acometido.
Isidora echó a andar hacia adentro, dando la mano a su tía. A causa de los accidentes del piso y de la oscuridad, necesitaban apoyarse mutuamente. Anduvieron largo trecho tropezando. ¡Oh! La soga era larga, la caverna parecía interminable. En lo obscuro, aun se veía la cuerda blanca gimiendo, sola, tiesa, vibrante.
¡Juan!... ¡por piedad, no me abandones!... ¡no puedo... vivir sin ti! Sus dedos se hunden en los hombros de Juan. No partirás... no lo quiero. El trata de apartarse a la fuerza. ¡Ah!... te vas... ¡cruel!... Me moriré si me abandonas... No puedo... Llévame contigo... ¡Llévame contigo! ¿Has perdido la razón, desgraciada? Y se oculta el rostro en las manos gimiendo. ¡Ah!
Lope no tardó en referir la historia de sus amores, y cuánto había sufrido á la que tanto interés mostraba hacia él; la tapada comenzó entonces á sollozar y lamentarse en voz alta, exclamando: «¡Ay, mi bien! ¡Ay, mi Fernando! ¡Ay, mi primero amor! ¡Nunca yo hubiera nacido, para ser causa de tantas desdichas! ¡Oh, tirana madre! ¡Oh, bárbara mujer! ¡Que tú me forzaste, tú me engañaste, tú me has dado la muerte!» Contó después que se había desesperado y vivido sin consuelo durante la ausencia de su amado; que había hecho diversas tentativas para quitarse la vida, y cayó al fin en tierra gimiendo.
Después, el maestro volvió a su tarea, pero las líneas del cuaderno se desarrollaban en largas paralelas del interminable camino, sobre el cual parecían pasar, en la noche, figuras infantiles gimiendo y suspirando. Entonces, pareciéndole la pequeña sala de la escuela más lúgubre y comprimida que antes, cerró la puerta y regresó a su casa. Al día siguiente, fue Melisa a la escuela.
Era una matrona de potentes caderas, en cuyas entrañas renacía la vida; de robustos y voluminosos pechos, siempre hinchados de leche densa y amarga. A un pecho se agarraba el Recuerdo, gimiendo al paladear el líquido de acíbar; al otro el Olvido, que chupaba cerrando los ojos, queriendo dormir.
Echar mano y luego cambiar notas, he ahí toda la política. ¿Es la buena, es la moral, es la justa? No lo sé, pero es la única que da resultados, y por lo tanto, todo hombre de Estado, gimiendo por la depravación de las ideas, la seguirá siempre que ame a su patria, tenga el corazón bien puesto y vea un poco claro.
9 Y eran los que comieron, como cuatro mil; y los despidió. 10 Luego entrando en el barco con sus discípulos, vino a la región de Dalmanuta. 11 Y vinieron los fariseos, y comenzaron a altercar con él, demandándole señal del cielo, tentándole. 12 Y gimiendo de su espíritu, dice: ¿Por qué pide señal esta generación? De cierto os digo que no se dará señal a esta generación.
Palabra del Dia
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