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Actualizado: 22 de noviembre de 2025


Porque sabía que ésta era una de sus cualidades sobresalientes y que le hacían más apetecible al bello sexo. Esperaba hacía rato a Valentina. Pero ya estaba el salón poblado de damas, y la fementida orquesta de metal había tocado dos bailables, sin que la costurera gentil hubiera hecho su aparición en el baile. Volvieron a sonar los acordes de una mazurka.

Marcela, la hija del pintor, era por estos tiempos una linda niña de cinco años, que tenía la misma frente serena y seria de su padre, cautivando, además, por el gentil donaire de su graciosa personita. La señora de Montauron declaró ex cáthedra que tenía aire de española.

Me voy a remozar contemplando a la gentil pareja, unida por el amor. ¿Y cuando me den unos cuantos chiquillos?

Sin duda para mostrarse más digno de su encumbramiento, D. Jaime acometió la arriesgadísima empresa que causó su muerte. Diecisiete años acababa de cumplir doña Mencía cuando se quedó viuda. Amarga y desconsoladamente lloró la muerte de su gentil e idolatrado esposo.

Gracias a Dios, señor perdido... gritó la Marquesa incorporándose un poco y alargando una mano, que desde lejos, y gracias a su buena estatura, pudo estrechar el Magistral con gallardía, haciendo un arco sobre el cuerpo gentil, color cereza, de Obdulia, que desde allá abajo parecía querer tragar al buen mozo en los abismos de los grandes ojos negros.

Amaba a Margalida, a la gentil «Flor de almendro»; estaba convencido de su pasión, e iría donde ella le arrastrase. Su propósito era hacer en adelante lo que le ordenara su voluntad, sin escrúpulos ni prejuicios. Bastante tiempo había sido esclavo de ellos. No; ni reflexión ni arrepentimiento. Amaba a Margalida, y era uno de sus pretendientes, con el mismo derecho que cualquier atlot de la isla.

Justamente, al cruzar tercera o cuarta vez por delante del balcón apareció en él la gentil chiquita, que al verme hizo un movimiento de sorpresa, acompañado de una mueca encantadora, se echó a reír y se ocultó de nuevo.

Yo no había llegado ni me consideraba capaz de llegar a tan gentil idolatría. Sólo he entrevisto y columbrado así la capacidad de sentirla como el hechizo que debe de haber en ella, desde que fui de Juan Maury.

El mancebo, venciendo por su riqueza a cuantos le rodeaban, sobresalía por su gentil estatura, descollando sobre los más aventajados en todo lo alto de la cabeza. A este propósito llegaba nuestro estropeado a la puerta, y allí encontró dos castellanos que así hablaban: No hay duda, amigo Juan, sino que esta zambra tiene más apariencia que lo usual y ordinario.

Pero las flores, muchísimo menos amorosas Que esas santas llamadas las madres de los hombres, De la gentil chiquilla y su beldad celosas Acordaron matarla, señor, aunque te asombres. Que a veces la flor mata, como matan las leyes, Así sean las víctimas diosas o hijas de reyes, Así el verdugo luego grite arrepentimiento.

Palabra del Dia

vengado

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