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Actualizado: 3 de junio de 2025


Sin embargo de esto, que es verdad, que yo creo verdad, verdad confirmada por la experiencia de siempre, juzgo que la mujer ha venido al mundo para realizar fines sociales, en armonía con la moral y con el derecho: juzgo que ahí está la expresion más profunda de su existencia; no quiero que al arcano de la casa la comunique esa belleza que la da en Oriente una tradicion que la hace bella para hacerla esclava; una idealidad que la hace misteriosa para hacerla gemir; un Corán que la torna en perfume para que ese perfume incienso á un ídolo; no, no quiero esa poesía que es poesía, como es artístico el sarcasmo que se logra ejecutar con arte.

Todo estaba dispuesto a bordo de El Gavilán: el capitán del desgraciado San Pablo, creyendo que el brick de Kernok era un navío de guerra, sin dejar de gemir por la desgracia ocurrida a bordo, izó el pabellón inglés, esperando ponerse así bajo su protección.

Más aún; si las inspiraciones supersticiosas y los ensueños crédulos son hijos de la soledad y de las tinieblas, ¿quién me impide dar a ese castillo habitantes y misterios; gemir por la suerte de una esposa oprimida, que agoniza en sus subterráneos, y evocar sobre sus torres las vetustas sombras de sus antiguos señores?

Era el único actor de las representaciones de elegancia y riqueza que se daba a solas para remedio de su enfermedad. ¡Luis... Luis!... volvió a gemir la vocecita desde el fondo de la cama.

En el eje de aquel túnel que empezaba en luz y se perdía en tinieblas, había una soga tirante, blanca, limpia. Era el trabajo del día y del momento. El cáñamo se retorcía con áspero gemir, enroscándose lentamente sobre mismo.

La noche era buena; noche de verano, con estrellas a granel y un vientecillo fresco algo irregular, que tan pronto hinchaba la gran vela latina, hasta hacer gemir el mástil, como cesaba de soplar, cayendo desmayada la inmensa lona con ruidoso aleteo.

Fijamos la última mirada en la blanca espuma que incesantemente nace y muere al gemir de las olas que rompen en las piedras del Fuerte del Sur, y ... ¿cuál es la María Rosario? pregunté al patrón. Aquella, señor, dijo, señalando un barco armado de brick-barca. Los detalles de la María Rosario, cada vez se iban delineando con más precisión.

Deja a la luna verme con luz tranquila y suave, deja que el alba envíe su resplandor fugaz, deja gemir al viento con su murmullo grave; y si desciende y posa sobre mi cruz un ave, deja que el ave entone su cántico de paz.

Por la mañana alimentaban mi vida dos corazones, y por la tarde sólo me quedaba uno para llorar y gemir. Mi desesperación llegó a ser mayor por encontrarme en París solo. La que hubiera podido tomar una parte casi igual en mi dolor mezclando sus lágrimas con las mías no se encontraba conmigo. ¡Yo solo en el vacío! Sin esposa, sin hijos y sin madre.

Así era yo, en mi prudente indiferencia, antes de que la Eva de belleza viniese a tentarme... El fruto que me ha ofrecido tiene un amargo sabor... Pero, ¿de qué sirve gemir cuando se está con la cuerda al cuello? Elena al Padre Jalavieux. ¡Oh! señor cura, estoy sufriendo una prueba en la que flaquea mi valor.

Palabra del Dia

rigoleto

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