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Actualizado: 3 de junio de 2025
¡Qué triste está hoy el día! La madeja rubia que reparte la luz á los mundos en sus puras hebras, perezosamente ha corrido el firmamento envuelta entre pardas nubes. Un fuerte Noroeste ha hecho gemir á la naturaleza que me rodea. ¡Hoy no hay crepúsculo! Hoy muere el día sin que el astro que lo alienta y vivifica haya reanimado mi ser.
Wetterhexe escuchó; una ráfaga de viento acababa de oírse en el silencio de la noche, agitando los bosques seculares cubiertos de escarcha. ¡Cuántas veces la bruja había oído gemir el cierzo en las noches de invierno y ni prestó siquiera atención! ¡Pero ahora sentía miedo!
Pero yo la desoigo; quiero soñar, quiero inventarme bellas mentiras para mi consuelo. Tal vez en este vientecillo que nos roza la cara, hay algo de las manos suaves y temblorosas que me acariciaron por última vez antes de ir al presidio. El gitano había cesado de gemir, mirando a Salvatierra con sus ojos africanos, agrandados por el asombro.
Los pámpanos comienzan a amarillear; sopla el viento por las noches y hace gemir una ventana que se ha quedado abierta; el cielo se cubre de nubes plomizas, y llueve de cuando en cuando en largas cortinas de agua. La vieja, sin embargo de que hace mal tiempo, ha salido a la novena. Mejor hubiera sido que no lo hubiera hecho, porque en la puerta de la iglesia le han dado una mala noticia.
Mi corazon esta siempre desvelado y mis ojos no se cierran sino para dirigir sus miradas dentro de mi mismo; sin embargo estoy vivo, y segun mi forma y mi aspecto, me parezco a los otros hombres. iAh! iel dolor deberia ser la escuela del sabio! Las penas son una ciencia, y los mas sabios son los que mas deben gemir sobre la fatal verdad. El arbol de la ciencia no es el arbol de la vida.
De manera que no hay para qué gemir ni angustiarse, como usted gime y se angustia.
« Hágase la voluntad de Dios ha seguido Eulalia , pero que El no permita que pueda usted condenarme sin oírme. ¡Si usted supiera lo que he sufrido yo! ¿Me vio usted cuando con los ojos llenos de lágrimas espiaba sus últimos pasos cuando usted marchó al destierro? ¿Presenció usted las largas veladas que pasé ocupada en gemir y en pensar en usted? ¿Me vio usted, en fin ¡y por qué no moriría aquel día!
Más de una vez, en sus exploraciones de tierras desiertas, había tenido que improvisarse un lecho con mantas junto á los tizones de la hoguera. Había pasado al lado opuesto de la cama, imitando con una exageración cómica todos los movimientos de la duquesa. Las palmadas de ésta las repitió con una violencia que hizo gemir el lecho.
Los otros remedios produjeron el mismo efecto y, siempre tras un corto alivio, el dolor volvía a empezar con redoblada fuerza. Durante los escasos momentos de tregua, Ben-Tovit procuraba olvidarlo completamente, poniendo el pensamiento en su nuevo asno; pero cuando se hacía sentir otra vez, empezaba a gemir, a insultar a su mujer y a decir que se iba a romper la cabeza contra la pared.
La tierra, de puro labrada, abonada, removida, tenía no sé qué aspecto de decrepitud. Sus poderosos flancos parecían gemir, sudando una humedad viscosa y tibia, mientras en los linderos incultos, al borde del caminillo, quedaban aún rincones vírgenes, donde a placer crecían las bellas superfluidades campestres, las gramineas vaporosas, las florecillas multicolores, los agudos cardos.
Palabra del Dia
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