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Actualizado: 16 de junio de 2025
El coche del general estaba en la puerta, reclinado el lacayo contra el quicio, tieso el cochero en el pescante con la fusta enarbolada.
Piafaron los suyos, encabritándose, castigóles él suavemente con la fusta, y aflojando de repente las bridas, los lanzó con la velocidad y el empuje de una flecha a través de la turba democrática, desapareciendo como un relámpago por la calle de Peligros.
Retirose el lacayo cuando nos vio en tren de marchar, y fue a subir a la trasera; sacudí mi fusta sobre el animal, con mucho tiento por no acabarle de derrengar: mas, ¿cuál fue mi admiración, cuando siento bajar el asiento y veo alzarse las varas levantando casi del suelo al infeliz animal, que parecía un espíritu desprendiéndose de la tierra? ¿Y qué dirán ustedes que era? que el birlocho venía sin barriguera, y lo mismo fue poner el lacayo la planta sobre la zaga, que, a manera de balanza, vino a tierra el mayor peso, y subió al cielo la ligera resistencia del que tantum pellis et ossa fuit.
Apenas viose distintamente a la anciana labradora, con la fusta en la mano, sentada en un haz de paja, cuando en todas partes resonaron, repetidos por el eco, gritos de: ¡Viva Francia! ¡Viva la señora Catalina! Hullin, que se había quedado atrás, con el sombrero sobre la nuca y el viejo fusil en bandolera, atravesaba en aquel momento la pradera de Eichmath repartiendo fuertes apretones de manos.
Tu proeza ilumina ¡oh Sol preclaro! el siglo que tu mérito abrillanta. Eres genio del mundo, eterno faro; y encarnación de Dios es tu obra santa. Tu sátira donosa fué la fusta con que abatiste el vil positivismo. Retrata enteramente tu obra augusta a esa edad de prosáico realismo.
El cochero, que había oído la pregunta, designó con la punta de la fusta un campanario nuevo que levantaba su esbelta flecha por encima de los techos en los que dominaba todavía la paja característica de las cabañas. Eso es Saint-Pair y esa la villa Blanca añadió parando delante de una de las bonitas casas construidas en la costa.
Pasaba revista a la servidumbre y formulaba juicios y acusaciones. María no se llevaba bien con el lacayo. El cochero daba muy mala vida a su mujer, el miércoles la había pegado con la fusta hasta que se cansó. ¡Qué hombres tan perversos hay! ¿verdad, señorita? Para dar con uno así, más vale quedar soltera toda la vida. La generala procuraba cortar secamente los asuntos y abreviar.
Pasmados los de la otra fusta y aterrorizados del imprevisto ataque, no acertaron a huir ni a poner resistencia. La nave se acercó a la fusta y la gente de Morsamor la entró al abordaje, pasando a cuchillo a cuantos había en ella. Tiburcio tomó entonces el mando de la fusta apresada.
Vi uno negro, espantoso, que, mirándonos con horrible fijeza, bajó la cabeza con intención hostil y dio algunos pasos... El terror me arrebató de tal modo, que sin saber lo que hacía cogí la fusta y pegué un feroz latigazo a los caballos. El coche partió como un rayo, rompió la línea de curiosos y se lanzó por el campo, en medio del vocerío de la gente.
Morsamor y Tiburcio se apresuraron luego a llegar donde combatían la galera de don Jorge y el grueso de la flota portuguesa contra las fustas de Aga Mahamud, en las cuales hizo Morsamor tremendo estrago con la artillería y arcabucería de su nave, cooperando eficazmente a la victoria una audaz estratagema de Tiburcio, porque desordenó las fustas de Aga Mahamud penetrando en sus filas como si su fusta fuese aún una de ellas y no hubiese pasado a poder del enemigo.
Palabra del Dia
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