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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Ella, en cambio, le hablaba de tú, lo mismo que los grandes señores amigos del torero; pero esto sólo era en la intimidad, pues cuando tenía que escribirle una breve carta avisándole que no pasase por su casa por tener que salir con sus parientes, le trataba de usted, y no había en su estilo otras expresiones de afecto que las fríamente corteses que se dedican a un amigo de clase inferior.
¿Para qué? replicó Joshé y luego, dirigiéndose al señor, le preguntó: ¿Es la criada, eh? No, esta señorita es mi hija contestó fríamente el señor Arizmendi. Cracasch comprendió que había dado un tropiezo y para enmendarlo, dijo: Es muy guapa. ¡Ya se parece a usted, ya! No. Si es hijastra mía contestó el señor Arizmendi. Ja, ja... ¡qué risa!... Ya tendrá novio, eh.
Los ricos adornos del palacio sólo los conservaba como un depósito. La noble casa de los Febrer estaba sumergida y él era incapaz de sacarla a flote. Pensaba fríamente algunas veces en la conveniencia de salir del mal paso sin humillaciones ni deshonras, haciendo que le encontrasen una tarde en el jardín, dormido para siempre bajo un naranjo, con un revólver en la diestra.
Pensó que tal vez este profesor mentía por defender á su protegido, y dijo fríamente: ¿Qué interés puede tener el gobierno en suprimir al Hombre-Montaña? El interés de servir á Momaren contestó Flimnap . El Padre de los Maestros quiere vengarse del Gentleman-Montaña, no solamente por lo ocurrido en su fiesta, sino también porque se imagina que el gigante protege á uno de sus mayores enemigos.
Se mataban fríamente hombres que no se habían visto nunca, que dejaban a sus espaldas un campo por cultivar y una familia abandonada; hermanos de dolor en la cadena del trabajo, sin otras diferencias que la lengua y la raza. En las noches de invierno, la gran muchedumbre de la miseria pululaba en las calles de las ciudades, sin pan y sin techo, como si estuviese en un desierto.
Voy a razonar fríamente conmigo misma, como conviene a una persona que hace el balance de su vida. ¿Ser su esposa? Eso es imposible, bien lo sé. ¿Huir? ¿Qué haría en medio de extraños? Los conozco; conozco a los hombres y los desprecio. Ellos me han hecho daño, seguirán haciéndome sufrir. Todo lo que me queda de fe, de amor y de esperanza, no descansa ya más que en él. Pues bien, ¿morir?
La joven se irguió mostrando su alta estatura. Sus labios se estremecieron, pero no pronunciaron ni una palabra. Todo, en su actitud, demostraba un doloroso desdén. Se trata de Cristián Tragomer... Añadió Marenval. Pero se calló, al ver que aquel nombre producía un efecto tan inesperado. Me figuraba que quería usted referirse al señor de Tragomer, dijo fríamente María.
Una idea única ocupaba su pensamiento. ¡Y aquel hombre que él creía bueno, aquel sentimental que se enternecía cantando, había dado fríamente, entre dos arpegios, su orden de muerte!... El conde hizo un gesto de impaciencia. Podía retirarse, y le aconsejaba que en adelante fuese discreto, evitando el inmiscuirse en los asuntos del servicio.
¡Dios mío! qué odioso es esto replicó. ¡Qué cobarde, sí, lo repito, qué cobarde! La verdad empezaba á manifestarse á mi espíritu. Descendí uno de los escalones. ¿Qué es lo que hay, pues? le dije fríamente. Es usted respondió con una brusca vehemencia quien ha pagado á ese hombre, á ese niño, ó lo que sea, para que nos aprisione en esta miserable torre.
Paco, que había quedado burlado en sus esperanzas, decía con este motivo: Inesita, por no ser fríamente calculadora, ha conseguido lo que con el cálculo frío no hubiera conseguido acaso: bien es verdad que, para conseguirlo, ha sido menester que don Braulio se mate. Más de dos años vivió Beatriz, de viuda, con el más profundo y sincero duelo en el alma.
Palabra del Dia
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