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Actualizado: 17 de septiembre de 2025


Miss Maud se resignó á acompañar á su padre, pero quería llevarse con ella á las señoras de Freneuse y á Jacobo. El proceso, decía, que consagrará la inocencia de su hijo de usted, no será resuelto hasta dentro de algunos meses. ¿Qué van ustedes á hacer hasta entonces?

Al oir estas palabras Jenny experimentó una sensación de alivio delicioso y un rayo de esperanza devolvió la claridad á su cerebro. ¿No habría sido juguete de una ilusión? ¿Por qué aquel hombre, que se llamaba Herbert Carlston, había de ser Jacobo de Freneuse? ¿No podía existir una semejanza extraordinaria y terrible?

Y en cambio reclamaré que se me enseñe el escrito en que me acusa. Escuche usted. No quiero olvidar que he sido su amiga. Más le vale á usted confesar francamente lo que tiene que reprocharse, que insistir en negar contra toda evidencia. Se pierde usted, se lo juro... Esa mujer no miente cuando se acusa... Ni Tragomer, ni Marenval, ni Freneuse mienten...

Doy un mentís formal á los que me acusan. No he sabido más de lo que dije anoche al señor de Freneuse, y muy tarde ya para utilizarlo en su favor. En cuanto á su conducta personal con sus antiguos amigos, más vale no hablar de ella, y si no se acuerda de los servicios que le prestó Lea Peralli, es un ingrato...

Sorege se llegó á ella, la cogió bruscamente por un brazo y la empujó hasta la silla colocada delante del escritorio. Ahora, escribe. ¿Qué? Sencillamente esto: "La pretendida confesión que posee el señor de Freneuse me ha sido arrancada con amenazas de muerte. Libre y dueña de mi misma, me retracto de ella completamente. Jamás he cometido el crimen de que se me obliga á acusarme."

Después llegaron á una puerta sobre la que se leía: Oficina auxiliar de las subsistencias. Aquí es, dijo el vigilante. En una pequeña pieza amueblada con una mesa y dos bancos, Jacobo de Freneuse estaba copiando en un registro unas notas amontonadas delante de él. Levantó la cabeza y se sonrojó, al ver á su amigo, pero permaneció en su sitio, pluma en mano, esperando la orden del vigilante.

No seas muy exigente esta noche, porque acaso mañana te quede tan poco honor que sea hacerte una limosna el responder á tu provocación. Freneuse cambió una mirada con su enemigo, saludó á Vesín y salió de la estufa. Jenny Hawkins, rodeada de admiradores y con la sonrisa en los labios estaba en medio del salón. Vió de lejos á Jacobo que venía hacia ella y se estremeció, pero no hizo un movimiento.

Miss Maud se levantó y dijo, fijando en la cara de Jacobo sus ojos perspicaces: Señor de Freneuse, conviene hablar esta noche sinceramente, para que no tengamos después ni penas ni arrepentimientos. Usted tiene proyectos que afligen á su madre y á su hermana.

Ya tendrá usted la prueba. Pero es importante que hable con la señora de Freneuse. El señor Marenval va á pedir que me reciba. Condúzcale usted y yo esperaré que me llamen. Entró en la pieza donde Marenval había interrogado tan largamente á Giraud acerca de Sorege, y el criado y Cipriano se encaminaron al salón en el que aquella madre desconsolada pasaba su existencia sin esperanza.

¿Y cómo se llama ese hombre tan extraño? Se llamaba Freneuse. Ahora está matriculado con el número 2317. Tragomer se estremeció, su cara se cubrió de palidez y su corazón se oprimió dolorosamente. Respondió, sin embargo, con calma: ¿Me será posible ver al notario, al médico y á ese apóstol? , si así lo desea usted. Creo que me será útil. Pues voy á dar á usted un permiso. Será usted muy amable.

Palabra del Dia

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