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Actualizado: 17 de septiembre de 2025
Después, la visita á la señora de Freneuse, las confidencias de Giraud, la entrevista con Campistrón... ¡Ah! querido Jacobo; aquéllo era extraordinario. Cada paso que dábamos en nuestro camino, veíamos más claro. Jamás dos hombres han corrido aventura más interesante.
Por todas partes el mar estaba libre. Dos leguas á la derecha un gran vapor avanzaba pesadamente hacia las islas Loyalty. Por detrás ni un punto sospechoso. Por delante la extensión ilimitada, sin una embarcación, sin una vela. Querido Jacobo, dijo la voz de Tragomer; estamos salvados. Ahora podemos respirar. Freneuse se volvió. Su amigo salía de la cámara y venía hacia él.
Allí, dijo Tragomer, nos pondremos de acuerdo con Freneuse sin que la administración adivine nuestros proyectos. Escribir es peligroso, pues se abren las cartas de los penados y se leen sus respuestas. Estudiaremos, pues, la situación de viva voz y veremos qué debemos hacer.
Está muy bien que nosotros, en familia, nos consolemos con buenas palabras, pero no olvidemos que el fin único de nuestros esfuerzos debe ser una rehabilitación ruidosa. ¿Han pensado ustedes en intentarla? La señora de Freneuse bajó la cabeza con desanimación. ¿Cómo podemos pensar en ello?
Si por desgracia se informasen de nuestros proyectos, tomarían sus precauciones y ¡adiós!, écheles usted un galgo... Bastaría que Lea Peralli desapareciese, para que todo viniese por tierra. Y yo supongo que el tunante que ha puesto el lazo en que cayó Jacobo de Freneuse, sería muy capaz de deshacerse de ella si lo creía necesario.
¡Ese pobre Cristián! dijo Cipriano á la señora de Freneuse. Cuando usted sepa lo que ha hecho y lo que está dispuesto á hacer, será usted su abogado cerca de María. Es preciso no desanimar á un hombre tan útil. ¡Diablo! ¿Qué sería de nosotros sin él? Tragomer entró.
La joven introdujo á Cipriano en una pequeña pieza, especie de santuario en el que la señora de Freneuse había reunido todo lo que le recordaba á su hijo, retratos, libros, dibujos, que representaban allí al que la infeliz mujer no había dejado de llorar, á pesar de sus faltas.
La pobre señora creía que se detiene un caballo desbocado tirándole de las riendas, como si toda presión y toda resistencia no sirviesen, por el contrario, para exasperar su locura. ¿No existió en aquel momento un proyecto de enlace entre la señorita de Freneuse y usted? Tragomer palideció y su cara tomó una expresión dura y dolorosa.
Su crimen, dijo Sorege fríamente, y su condena. Es, por cierto, bastante. ¿Piensa usted que si yo hubiera perdido hasta ese punto la memoria, el mundo no me hubiera recordado que Jacobo de Freneuse fué arrancado por los gendarmes del banquillo de los acusados y conducido con esposas primero á la cárcel y después á presidio?
Los cuidados del notable ayuda de cámara que Marenval había llevado consigo y sin el cual no podía pasarse, una buena elección de ropas, la ducha, la navaja, los peines y toda una minuciosa sesión de tocador, operaron esa transformación. Era un Freneuse desmejorado, pálido, sin cabellos y sin barba, pero era Freneuse, con su mirada y su sonrisa.
Palabra del Dia
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