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Actualizado: 24 de julio de 2025


Ana, por complacerle, le escuchaba con los ojos fijos en él, sonriente, y bajaba al parque cuando se trataba de lecciones prácticas. Frígilis llegó a entusiasmarse, y una tarde contó la historia de su gran triunfo, la aclimatación del Eucaliptus globulus en la región vetustense.

Frígilis, si veía a su querida Ana detrás de los cristales, la saludaba con una sonrisa y volvía a inclinarse sobre la tierra; aplastaba un caracol, cortaba un vástago importuno, afirmaba un rodrigón y seguía adelante, arrastrando los zapatos blancos sobre la arena húmeda de los senderos.... Y Ana veía desaparecer entre las ramas aquel sombrero redondo, flexible, siempre gris, aquel tapabocas de cuadros de pana eternamente colgado al cuello, aquella cazadora parda y aquellos pantalones ni anchos ni estrechos, ni nuevos ni viejos, de ramitos borrosos de lana verde y roja alternando sobre fondo negro.

Frígilis no estaba allí. ¿Andaría por el parque?... Se echó la escopeta al hombro, y salió de la glorieta. En aquel momento el reloj de la catedral, como si bostezara dio tres campanadas.

En el servicio de Petra había algo de la responsabilidad de un jefe de estación de ferrocarril. Don Álvaro sabía, porque don Víctor se lo había confesado, que el ex-regente y Frígilis, en cuanto llegaba el tiempo, salían de caza mucho más temprano de lo que Ana creía.

Don Álvaro en aquel papel que olía a mujerzuela, hablaba con frases románticas e incorrectas de su crimen, de la muerte de Quintanar, de la ceguera de la pasión. «Había huido porque...». ¡Porque tuviste miedo a la justicia, y a también, cobarde! se dijo Frígilis.

Pero ¿qué había de hacer sino cavilar una mujer como ella? ¿En qué se había de divertir? ¿En cazar con liga o con reclamo como su marido? ¿En plantar eucaliptus donde no querían nacer, como Frígilis?». En aquel momento vio a todos los vetustenses felices a su modo, entregados unos al vicio, otros a cualquier manía, pero todos satisfechos.

, pareció; pero la procesión andaba por dentro.... Diez años fue buena: la vida es corta.... No fue tan poco. Mira, Frígilis, tu filosofía no es para consolar a un marido en mi situación.... Ya yo todo lo que puedes decirme, y mucho más.... Eso no es consolarme....

Y abrazaba y daba palmadas en la espalda también a su Frígilis para que no tuviera celos de Mesía. Quintanar era feliz; quería que lo fueran todos los suyos, su mujer, sus criados, y los amigos, hasta los conocidos, el mundo entero. Si Mesía le preguntaba en broma: ¿Qué tal Kempis? ¿Qué dice de esto Kempis? El otro contestaba: ¿Quién? ¡Qué

Nada de grandes síntesis, de cuadros disolventes, de filosofía panteística; pormenores, historia de los pájaros, de las plantas, de las nubes, de los astros; la experiencia de la vida natural llena de lecciones de una observación riquísima. El amor de Frígilis a la naturaleza era más de marido que de amante, y más de madre que de otra cosa.

Después de este diálogo, parte del cual mantuvieron por el camino de la estación a casa, y parte dentro del portal, fue cuando Quintanar se acercó a la puerta para coger el aldabón, y cuando Frígilis exclamó: Y ahora mucho cuidado; mira lo que vas a hacer.

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