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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Lo del señorito Santa Cruz, siendo tan desastroso, lo refería con prolijidad y aun con cierta amarga complacencia; pero lo de Juárez el negro salía de sus labios como una confesión forzada o testimonio ante tribunales, de esos que van quemando la boca a medida que salen. ¡Cuánto le pesó ponerse en manos de aquel hombre! Era un perdido, un charrán, una mala persona.
Aún tuvo serenidad para sonreír con una sonrisa forzada, fingiendo creer en una broma del señor. No repuso Febrer con energía . Hablo seriamente. Di, Margalida... «Flor de almendro»... ¿Y si yo fuese uno de tus novios? ¿Y si yo me presentase en el cortejo? ¿Qué contestarías?...
Alguna vez me había dicho, con sonrisa forzada: ¡Hombre, qué íntimos se han hecho usted y el duque en pocos días! Yo alzaba los hombros con indiferencia y me reía de aquella amistad, que suponía debida exclusivamente al carácter infantil del duque. Trataba en lo posible de no herir la susceptibilidad del comandante, pues bien se me representaba que el pobre tenía una espina clavada en el corazón.
¡Oh, no! replicó el joven con forzada sonrisa, pasmado de aquella sangre fría. La disculpa, aunque bien urdida, no coló. Valentina estaba bien segura de lo que había visto. ¿Crees que se habrá tragado lo del pinchazo? preguntó Gonzalo con ansiedad luego que hubo salido. Tal vez no; pero no hay cuidado con ella. Es la más reservada de todas.
Este hecho colocaba de nuevo al maestro y a la alumna en la estrecha comunión de antes. Melisa pareció reparar el cambio en la conducta del maestro, forzada desde hacía algún tiempo, y en uno de sus cortos paseos vespertinos, deteniéndose ella de repente, y subiendo sobre un tronco de árbol, le miró de hito en hito con ojos insinuantes y escudriñadores.
Lo mismo sucedió á Constantinopla cabeza del Imperio Oriental; en quien juntamente se levantaron y merecieron el poder y la piedad por el grande Constantino; en cuyos sucesores se conservó, hasta la ira de Dios se ejecutó su castigo, entregándola por despojos á naciones extrañas, y en este tiempo casi forzada de pocos Catalanes y Aragoneses, á recibir leyes la que las daba á tantos Reinos y gentes.
Con deseos de escupirle miró a Bermúdez, que le sonreía sin cesar, y dijo con calma forzada: ¡Hombre! ¡pues tiene gracia! ¿Ahí se está usted? ¿usted se piensa que yo hago juegos de Alcides y se me pone ahí en calidad de plomo?... Carcajada general. Sí, ríanse ustedes clamó Obdulia pues el lance es gracioso.
Para evitar sospechas en las familias se concertó el lance por la tarde en una finca situada en Leganés. El marquesito debía salir del Veloz-Club con sus amigos a las dos en punto y Tristán de la Peña a la misma hora con los suyos. Cuando se vio en la calle y solo, una arruga profunda se marcó en su frente: desapareció súbitamente la alegría, un poco forzada, que a última hora había mostrado.
Al fin advertí que Paca hacía con la cabeza un gesto de resignación forzada, y principió a pasarle la mano por la espalda, diciendo al propio tiempo: Vamos, menino, entra..., bis..., bis... ¡Pobresito!... ¡Pobresito!
¿Qué Nanín? preguntó Aldama por cuyos ojos pasó una nube. ¿Qué Nanín ha de ser? El marquesito del Lago. Me ha dicho que los ha visto en su casa y que había sentido mucho no encontrarle a usted. La impresión que Tristán sintió con estas palabras fue tan violenta, que un golpe en la cabeza no le hubiera dejado más aturdido y paralizado. Sólo pudo exclamar con forzada y estúpida sonrisa: «¡Ah!»
Palabra del Dia
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