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Clarita y otras niñas de la escuela creían á pie juntillas que la madre Angustias no tenía ojos, y que todas sus facultades ópticas residían en aquellos dos temibles vidrios verdes, engastados en una armazón rancia y enmohecida; y acontecía que para imitarla cortaban dos redondeles de papel verde del forro del catecismo y se lo pegaban con saliva en los ojos, con lo cual se morían de risa.

Tornar don Quintín los cincuenta pesos y correr a casa de Carola todo fue uno; treinta regaló a su querida, regiamente, de un golpe; con un billete de veinte, ocultándolo en el forro del hongo, se quedó él para satisfacción de atrasos y menudencias.

No sólo se había concluido el dinero, sino que se debía a todo el mundo; y el panadero, la lechera y el de la tienda venían todos los días a dar tormento con su grosero pedir. Don José los recibía con bondadosa sonrisa, les enseñaba los libros de cuentas por el forro, y les decía: «No hay cuidado, señores; estamos esperando fondos, y ya no pueden tardar».

Vea usted dijo el veterano, levantando el brazo y descubriendo un gran desgarrón en su uniforme, por el cual se divisaba el forro blanco, que parecía la dentadura que se asoma por detrás de una risa burlona. Don Modesto estaba identificado con su uniforme; con él habría perdido el último vestigio de su profesión. ¡Qué desgracia! exclamó tristemente la tía María.

¡No hay más que víboras! ¡Mi casa está llena de víboras! ¡Al lavarme había tres enroscadas en la palangana! ¡En el forro del saco había muchas! ¡Y hay más! ¡Hay otras cosas! ¡Mi mujer me ha llenado la casa de víboras! ¡Ha traído enormes arañas peludas que me persiguen! ¡Ahora comprendo por qué me espiaba día y noche! ¡Ahora comprendo todo! ¡Quería irse por eso! #7.15 a.m.#

Tal vez que otra, no obstante, dejan caer, entre resoplidos y cabezadas, alguna observación punzante acerca de sus colegas: ¡Vaya unos arreos lucidos que les han echado encima a los jacos de Villamediana! ¡Me da risa! ¿Qué otra cosa quieres que les pongan, chico? ¡Si son dos burros sin orejas! ¿Y qué te parece del tren de Rebolledo? Que esos potros son tan ingleses como el forro de mis pezuñas.

No había visto un solo libro, ni por el forro, y toda su argumentación ingeniosa sacábala de la rabia que contra doña Lupe sentía, rencor satánico que habría bastado para inspirar epopeyas. Como el gran principio de la propiedad individual no tenía en aquella desigual contienda más defensor que D. Basilio, quedó maltrecho.

Como mis padres no me permitían más compañía que la de otros muchachones tan ñoños como yo, no sabía ninguna suerte de travesuras, ni habia visto a una mujer más que por el forro, ni entendía de ningún juego, ni podía hablar de nada que fuera mundano y corriente.

Terminado el capítulo y comentado en los términos más lisonjeros para todos los presentes, Mariana volvió los ojos hacia su labor. Observó que iba a hacer falta un pedazo de seda para el forro, pues estaba a punto de terminarse. D.ª Esperanza, con quien comunicó este pensamiento, fué de la misma opinión. Ramoncito dijo la primera hágame el favor de oprimir ese botón.

Y como este sombrero, que tiene un forro blanco con un letrero que dice: Redón, le recuerda tantas cosas, él le pasa la manga con amor por la copa. Y luego se lo pone con las dos manos y se aleja un poco inclinado, tosiendo, pasándose suavemente la mano por su barba blanca. «Pepita: Yo tengo unas amigas. No te pongas pálida.