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Jacinta trincó a su marido por el brazo y le llevó un poquito aparte: «Y qué, nene, ¿hay barricadas?». No, hija, no hay nada. Tranquilízate. ¿No volverás a salir esta noche?... Mira que me asustaré mucho si sales. Pues no saldré... ¿Qué... qué buscas? Jacinta, riendo, deslizaba su mano por el forro de la levita, buscando el bolsillo del pecho.

Aquél concluyó por darle las llaves de los armarios. «Cecilia, voy a vestirmeLa joven corría al cuarto y a los pocos momentos volvía diciendo: «Ya lo tienes todo». Gonzalo encontraba, en efecto, la ropa plegada sobre la cama, la camisa con los botones puestos, las botas relucientes, al lado de la mesa de noche. «Cecilia, se me ha descosido un poco el forro del gabánCuando tornaba a ponérselo ya estaba cosido.

Son hermosos ejemplares del cultivo intensivo de la pilosidad... Y las manos finas, aunque estén deformadas por los ejercicios de fuerza; y los pies pequeños, reducidos, altos de empeine, cuidados con meticulosidad; de día siempre encerrados en charol con cañas de colores, de noche con forro de seda calada y escarpines que martirizarían a muchas señoras.

A un lado una máquina más pequeña, productora de la luz; a otro lado la del frío, para los depósitos de alimentos y las necesidades de la vida a bordo, organismo potente y triunfador que en aquella atmósfera cálida, cerca de los hornos inflamados, mantenía sus tuberías y cilindros bajo el forro lagrimeante de una gruesa costra de hielo. Avanzaron sobre un piso de placas de metal.

Entraba en su despacho. Volvía entonces a sus máquinas y colecciones; a veces tenía que clavar, serrar o cepillar. ¿Cómo no hacer ruido? Sobre todo, el martillo atronaba la casa. Quintanar lo forró con bayeta negra, como un catafalco, y así clavaba, los martillazos apagados tenían una resonancia mate, fúnebre, de mal agüero, que llenaba de melancolía a don Víctor.

El valiente contrabandista no había tenido suerte: después de haber escapado milagrosamente a las balas de los kaiserlicks había dado con sus huesos en el valle de Spartzprod, en medio de una partida de cosacos que le habían desvalijado hasta el forro de los bolsillos.

Más allá del forro de la atmósfera nos ignoran, no existimos.

Y la de Sánchez Morueta, pensaba en su pariente el doctor, como siempre que había de indignarse contra alguna impiedad. Recordaba su comparación del hermoso templo con el forro interior de uno de esos baúles que usan las criadas, matizados de chillones colorines. ¡Decir tal cosa, cuando todo estaba en aquella iglesia discurrido y ordenado para comodidad y suave placer de los fieles!

Manga fuera de miembros y forro 13 codos==26 pies==7m,34. Puntal 6 codos==12 pies==3m,36. El puntal se medía desde la cara superior de la sobrequilla á la cara inferior del tablón central de la cubierta. Lanzamiento de proa, desde la vertical de la cubierta por el canto exterior de la roda, 5-1/2 codos==11 pies. De popa, desde el canto exterior del yugo al pie del codaste 2-1/2 codos==5 pies.

En el sombrero de copa, yo he visto escrito en el forro blanco, con lápiz: Redón. Yo no quién es Redón. Tiene una barba larga y blanca; lleva en el dedo índice de la mano izquierda un anillo con un sello de oro; sus ojos son pequeñuelos y azules; cuando sonríe se le marcan sobre las sienes unos hacecillos de arrugas que le dan un aire picaresco.