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Actualizado: 16 de julio de 2025
Y a Loppi ¿quién le daba todo aquello? Ella quería saber: «¡Dímelo, Loppi!»Y Loppi se lo dijo, cuando ya no quedaba del anisete más que el forro de paja, y estaba Masicas más dulce que el anís. Pero ella prometió no decírselo a nadie: no había una vecina en doce leguas a la redonda.
Cuando Aresti salió de la barraca, después de hacer varias recomendaciones á la vieja, vió que le aguardaba en medio del camino un contratista de los más amigos. Iba vestido de flamante pana; sobre el chaleco brillábale una gruesa cadena de oro y calzaba altas polainas fabricadas con la tela impermeable que servía de forro á las cajas de dinamita.
No pocos de los libros que publican en ediciones elegantes, que jamás ó rara vez tuvieron en España los autores que todo el mundo debiera leer sin aburrirse, son libros que valen por su rareza, y no valen nada en cuanto dejan de ser raros; libros que suele no ver sino por el forro el curioso ó vanidoso que los compra, pudiendo afirmarse que de los trescientos ó cuatrocientos ejemplares de que consta la tirada, las dos terceras partes quedan con las hojas unidas sin que llegue á separarlas la plegadera.
Sacó Lucía del bolsillo un pañolito de seda, con esmero doblado, lo extendió delicadamente sobre el cojín, y se tendió reclinando la cabeza en donde el pañuelo impedía el roce con el paño sobado del forro. Si me duermo advirtió a Miranda , despiértame cuando pase algo digno de verse. Pierde cuidado contestó Miranda riéndose . Vuelvo en seguida.
El ofidio de pellejo arrugado, cubierto de moscas, que formaban sobre él un forro negro inquieto y rumoroso, se extendía por la mitad del techo, de punta á punta, agitándose como si reviviese cada vez que se abría la puerta y entraba un chorro de aire.
Hechas estas reflexiones y otras por el mismo orden, que, se omiten aquí para evitar prolijidad, Poldy, escribió una extensa carta, en papel muy fino para que abultase poco; tomó un retrato suyo, sin cartón, en el cual retrato estaba ella descotada y lindísima en su elegante traje de baile; lo incluyó todo en un sobre con fuerte forro de tela que cerró y selló con lacre; escribió encima: al incógnito poeta indio; agujereó la carta con un punzón; pasó una fuerte cinta al través del agujero; y así preparado todo, lo colgó al cuello de la cigüeña como si fuese la insignia de comendador de cualquiera ilustre Orden.
Su sombrero no era sombrero, sino un mueble indefinido, una cosa entre plato y fuelle, entre forro y cojín vacío; y por este estilo las demás prendas de su cuerpo anunciaban el último grado de la miseria y abandono, cual si todas hubiesen sido recogidas entre aquello que la misma mendicidad arroja de sí, materias que se devuelven a la masa general de lo inorgánico, para que de nuevo tomen forma en las revoluciones del universo.
Palabra del Dia
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