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Actualizado: 3 de mayo de 2025


De una iglesia que tuvo los techos pintados, y dorados de oro fino de lo más viejo de América los capiteles de los pilares, quedaba en pie, como una concha clavada en tierra por el borde, el fondo del altar mayor, cobijado por una media bóveda: un bosquecillo había crecido al amor del altar; la pared interior, cubierta de musgo, le daba desde lejos apariencia de cueva formidable; y era cosa común y sumamente grata ver salir de entre los pedruscos florecidos, al menor ruido de gente o de carruajes, una bandada de palomas.

Y enmudecieron los metales, y presto volvió a alzarse su formidable acento, entonando la trágica Marsellesa. Impensadamente se abrieron las ventanas del Círculo, y fue como si la sala llena de claridad, de gente y de tumulto, se viniese a meter entre los espectadores.

Por último, tras el formidable bajo, que tenía todo el aire de Leporello, en el último acto de Don Juan, el tenor, el sublime tenor, que el empresario, según anunció en los diarios de Caracas, había arrebatado a fuerza de oro al Real de Madrid.

La máquina llegaba frente al portal, y aquí era donde se probaba la habilidad náutico-cocheril del mayoral: la máquina daba una vuelta, los machos entraban en el portalón, y tras ellos el vehículo, siendo entonces el ruido tan formidable, que la casa parecía venirse al suelo.

El escritor a quien me refiero ignora, probablemente, toda la importancia que tiene la hache en Inglaterra. En Inglaterra la hache tiene una importancia social verdaderamente formidable. Es, como si dijéramos, una letra de lujo. Las clases cultivadas la aspiran orgullosamente, pero el pueblo no la pronuncia.

A la Real salvó, y voló con sus galeras a socorrer a Andrea Doria, y socorrido éste, a poco rescataba la capitana de Malta y hacía huir aterrado con sus argelinos, y ponerse fuera de combate, al formidable Aluch-Alí. Todo era proezas y hazañas, todo estrago y muerte.

Y sumergió afectuosamente su mano en la espesa piel del Terranova, que parado sobre las patas de atrás, alargaba ya su formidable cabeza, entre mi plato y el de la señorita Margarita. No pude menos de observar con nuevo interés la fisonomía de esta mujer, y buscar en ella los signos exteriores de la poca sensibilidad de alma de que al parecer hace profesión.

Acercóse y descifró la inscripción, sin pararse en deslices ortográficos: «Aquí hacen las cenizas de Primitibo Suarez, sus parientes y amijos ruegen a Dios por su alma».... El terreno, en aquel sitio, estaba turgente, formando una eminencia. Julián murmuró una oración, desvióse aprisa, creyendo sentir bajo sus plantas el cuerpo de bronce de su formidable enemigo.

En cuanto a sus flancos, son huesudos, redondeados, y retiemblan bajo los golpes reiterados de su larga cola, que, al herirlos, zumba como un látigo. Cuando entró, hubo una formidable explosión de admiración, y los gritos de ¡bravo, toro! resonaron por todas partes.

Apareció entonces la formidable cabeza del buey Apis, y a poco, el excelentísimo Martínez de cuerpo entero estaba a su lado, envuelto en su levitón y con su inseparable garrote en la mano.

Palabra del Dia

atormentada

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