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Actualizado: 23 de julio de 2025


Pero al llegar á la casa esperaba á Lázaro una sorpresa que había de hacerle olvidar su discurso, á su tío y á la Fontana. Al entrar, ya cercano el día, encontró á doña Paz muy alborotada, á Salomé rondando la casa con luz, y á las dos tan coléricas y destempladas, que no pudo menos de reír á pesar del estado de su espíritu. ¡Gracias á Dios que viene usted!

¿Qué le parece á usted? dijo el Doctrino. Bien, bien. Vamos á echar un trago añadió el joven, tomando de manos de Aldama una botella que éste habla sacado, no sabemos de dónde, al desaparecer los compañeros. Yo no bebo, no dijo Elías tomando la botella y echando vino en el vaso de los otros dos. Yo no bebo. Esta noche en la fontana. ¿Va usted?

Los socios de la Fontana se habían marchado, cerróse el club y sólo quedaron en la calle los tres amigos y Lázaro, que se despedía para ir en casa de su tío. Espera un instante para ver lo que sale de aquí le dijo Javier deteniéndole. A la sazón una persona daba fuertes golpes á la puerta de Calleja.

¿Qué oceanos los colores de tu enseña no copiaron? ¿Qué naciones no sintieron el vigor de tu coraje? ¿Qué países tus soldados con su sangre no sellaron y qué historia habrá en el mundo que a tus fastos aventaje? ¿Qué cultura habrá más alta que la tuya tan cristiana? ¿Cuál más dulce que tu idioma, que parece una fontana que hace siglos se desliza sobre un lecho de diamantes?

Pero, dejando en él lo de la valentía a una parte, vengamos a lo de perder el juicio, que es cierto que le perdió, por las señales que halló en la fontana y por las nuevas que le dio el pastor de que Angélica había dormido más de dos siestas con Medoro, un morillo de cabellos enrizados y paje de Agramante; y si él entendió que esto era verdad y que su dama le había cometido desaguisado, no hizo mucho en volverse loco.

Aquel recibimiento caluroso, la noticia de aquella gran sesión de la célebre Fontana, estimularon el entusiasmo á que siempre propendía su carácter, y se dejó llevar. Quién sabe si había algo de providencial en aquella extemporánea visita á la Fontana. Tal vez le conocían ya de oídas por sus brillantes discursos de Zaragoza. ¿Cómo tal vez? Sin duda le conocían ya.

¿Por mi? preguntó, estrechando la mano de su amigo. contestó el Doctrino, que comprendía lo que debía hacer. : veníamos por ti dijo Alfonso. Tenemos una reunión esta tarde, y queremos que vengas á ella. Es la reunión de los disidentes de la Fontana. Lázaro creyó que su tío se iba á poner hecho una furia al oír hablar de las reuniones de fontanistas.

Dos elementos de desorden minaban la Fontana: la ignorancia y la perfidia. En el primero ocupaba un lugar de preferencia el barbero Calleja. Este patriota capitaneaba una turba de aplaudidores semejantes á él, y la tal cuadrilla alborotaba de tal modo cuando subía á la tribuna un orador que no era de su gusto, que se pensó seriamente en prohibirle la entrada.

Su boca era grande, y muy toscos los labios; pero en el conjunto de la fisonomía había una clara expresión de noble atrevimiento, y en su mirada profunda la penetración y el fuego de los ingenios de la antigua raza. Comenzó á hablar relatando un suceso de la sesión anterior, que había dado ocasión á que salieran de la Fontana Garelli, Toreno y Martínez de la Rosa.

Frecuentaba la tienda de Calleja y el club de la Cruz de Malta; pero últimamente se aseguraba que pertenecía á la tenebrosa sociedad de los Comuneros, aunque él lo negaba. Lo cierto es que en la Fontana sospechaban de él, no sabemos si con fundamento.

Palabra del Dia

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