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Actualizado: 23 de julio de 2025


Entrando por ella vienen a la memoria nuestras costumbres patriarcales de principios del siglo, la malicia inocente de nuestros padres, los fogosos doceañistas, la Fontana de Oro, y se extraña no ver a la izquierda las famosas gradas de San Felipe. El café del Siglo, situado hacia el promedio de esta calle, participa del mismo carácter burgués, ofrece igual aspecto apacible y honrado.

Pero bien pronto su terror se trocó en sorpresa al ver que, lejos de mostrarse indignado el viejo por haberle visto en compañía de los frenéticos de la Fontana, estaba un poco menos adusto que de ordinario, y hasta llegó á manifestar cierta benevolencia, que era en él cosa muy rara. Aquella noche y á la mañana siguiente volvió Lázaro á intentar la difícil empresa de ver á Clara.

Merece, pues, una mención aquí el encargado de los trabajos tipográficos de la edición, D. Guillermo Cano, por cuyas manos han pasado todas mis obras desde La Fontana de Oro hasta la última que he compuesto, y todas las ediciones, grandes y chicas, buenas y malas que de ellas se han hecho.

La Fontana lo ha resuelto y se hará: ya está preparado el retrato. Y por cierto que es una linda obra: está representado de uniforme, y con el libro de la Constitución en la mano. ¡Gran retrato! Como que lo hizo mi primo, el que pintó la muestra del café Vicentini. ¿Y el Gobierno prohibe la fiesta? : no le gustan esas cosas. Pero habrá procesión ó no somos españoles. El Gobierno la prohibe.

Si acudía á casa de sus amigos, temía no encontrarlos tan benévolos como la noche anterior. Además, eran pobres, tan pobres como él, y no podían darle agasajo. Era preciso ir. También se le ocurrió tomar el camino de su pueblo y volverse allá. Conocía un arriero en el parador, que le llevaría de fiado. Pero ¿y Clara? Estos eran sus pensamientos cuando acertó á pasar por la Fontana.

Mira, aprende dijo Elías, volviéndose hacia Lázaro; mira á esa santa; aprenda lo que es nobleza, generosidad, virtud. No dijo ella bajando los ojos. Que no tome por modelo á esta pecadora. Aprende, Lázaro exclamó con exaltación el fanático. Aquí tienes á la misma virtud. La santa hizo una gran reverencia y se marchó, dejando solos al tío y al sobrino. #Los disidentes de la Fontana#.

Marianela; 2 pesetas. La Familia de León Roch; 3 tomos, 6 pesetas. El Amigo manso; 3 pesetas. La Desheredada; 8 pesetas. El Doctor Centeno; 2 tomos, 6 pesetas. Tormento; 3,50 pesetas. La de Bringas, tercera parte del Doctor Centeno; 3 pesetas. Lo Prohibido; 2 tomos, 6 pesetas. La Fontana de Oro; 2 pesetas. Episodios Nacionales: edición ilustrada con más de 1.200 facsímile. Tomo I. Trafalgar.

Ya estamos otra vez en la Fontana; ya somos dueños del club, de nuestro club; ya se fué aquella horda de necios. Esta noche hablará usted y será aplaudido. Sabrán apreciar lo que usted vale. ¡Ah! yo no hablo más replicó Lázaro con cierta amargura, porque se había llegado á convencer de que no había nacido para la tribuna.

Aquélla es la célebre Fontana de Oro, café y fonda, según el cartel que hay sobre la puerta; es el centro de reunión de la juventud ardiente, bulliciosa, inquieta por la impaciencia y la inspiración, ansiosa de estimular las pasiones del pueblo y de oír su aplauso irreflexivo. Allí se había constituido un club, el más célebre é influyente de aquella época.

La Fontana, por desgracia en aquella ocasión, era enemiga declarada de la retórica, y más enemiga aún de las frases hechas, de los lugares comunes y de esos preámbulos oficiosos, neciamente corteses y en extremo fastidiosos de la oratoria académica. El exordio fué largo: otra desventura. Algunas voces dijeron: "Al grano, al grano."

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