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Actualizado: 23 de julio de 2025


Alfonso y Cabanillas se fueron á la calle, llevados por los grandes grupos en que se descompuso aquella masa de gente. Agitada fué aquella noche en todo Madrid, y es positivo que la autoridad, ordinariamente bastante descuidada y débil, tomó algunas precauciones. En la Fontana quedaban á la madrugada el Doctrino, Pinilla, Lobo, Lázaro y otros.

La Fontana es nuestra gritó el Doctrino. Lo mismo ha pasado en Lorencini. Se han marchado esos señores con su orden y su cordura. El campo en nuestro. Convocar á la gente para esta noche. ¡Todo el mundo á la Fontanal! A la Fontana, á las diez. En la sesión preparatoria de la Fontanilla no ocurrió nada de notable.

Hombre ... eso no me parece bien dijo Lázaro suspenso. ¿Pero cómo vas á perder esta sesión? Habla Alcalá Galiano, Romero Alpuente, Flórez Estrada, Garelli y Moreno Guerra. No habrá otra sesión como ésta. ¿Qué más da que vayas á tu casa ahora ó á las doce? Tu tío creerá que no ha llegado la diligencia. Hombre, no. Estoy cansado. Me esperan tal vez en su casa. No seas tonto. Vente á la Fontana.

Y el club de los reyes dijo uno que se escurrió como si hubiera dicho una imprudencia. ¿Quién ha dicho eso? exclamó el Doctrino furioso. No hagas caso: es uno de los que creen esas calumnias indicó Javier. Vamos, señores: esta noche hay gran sesión en la Fontana. Mañana me llevarás allá dijo Lázaro á su amigo con empeño. ¿Cómo mañana?

Se nos olvidaba decir que este ciudadano Calleja era un hombre muy corpulento y obeso; pero aunque parecía hecho expresamente por la Naturaleza para patentizar los puntos de semejanza que puede haber entre un ser humano y un toro, su voz era tan clueca, fallida y aternerada, que daba risa oírle declamar los retazos de discursos que aprendía en la Fontana.

El chico estaba envanecido; llegó á Madrid; sus amigotes le llevaron á la Fontana; habló; á la mañana siguiente se mezcló en el tumulto de la procesión del retrato de Riego: chilló en la calle, alborotó, vino la policía, le echó mano y le llevó á la cárcel, donde está. ¿Y su tío no procura sacarlo? Usted no conoce á esa fiera.

La tarde á que nos referimos era casualmente cierto lo que nuestro amigo Calleja, enterado oficial de la Fontana, contaba en uno de los grupos formados en la Carrera. Pues qué, ¿no saben ustedes? decía bajando la voz y haciendo unos gestos dignos del único espartano que, escapado en las Termópilas, llevó á Atenas la noticia de aquella catástrofe memorable. ¿No saben ustedes?

Ya verás mañana á la noche si hablo ó no. Es que cuando voy á empezar me hace unas cosquillas la lengua ... y me trabo. Pero no tengas cuidado que los voy á dejar aturrullados. ¡Serenata á Morillo! dijeron cien voces. Señores exclamó uno de los mas célebres oradores de la Fontana váyase cada uno á su casa, que estos desórdenes nos van á desacreditar. Cada uno en paz á su casa; nada de gritos.

Estas iniquidades, proyectadas por pocos y llevadas á cabo por muchos con la sencillez propia de las turbas engañadas, son muy frecuentes en las revoluciones. El gentío obra á veces obedeciendo á una sola de sus voces, cualesquiera que sea: se mueve todo á impulso de uno solo de sus miembros por una solidaridad fatal. La Fontana estaba aquella noche elocuente, ciega, grande en su desvarío.

El Rey, entre tanto, fomentaba secretamente el ardor de la Fontana, porque veía en él un peligro para la libertad. La tradición nos ha enseñado que Fernando corrompió á alguno de los oradores é introdujo allí ciertos malvados que fraguaban motines y disturbios con objeto de desacreditar el sistema constitucional.

Palabra del Dia

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