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Actualizado: 27 de junio de 2025
Subíamos lentamente, ellos delante, yo detrás, y aquellos menudos hilos de seda, pendientes de la espalda y de la cintura de Inés, flotaban delante de mis ojos. Como quien llega a la puerta del Cielo y tira del cordón de la campanilla para que le abran, así cogí yo entre mis dedos uno de aquellos cordoncitos rojos y tiré suavemente. Inés volvió la cabeza y me vió.
Sus pómulos eran salientes, gruesos sus labios y la nariz aplastada, oblicuos y pequeños sus ojos, y negras las ralas cerdas del largo bigote, y negros los cabellos que pendían lacios sin ondas ni rizos. Cubrían sus cabezas gorras de hirsutas pieles, envolviendo capacetes de cobre, y sostenidas por barbuquejos de lana cuyas extremidades flotaban sobre el pecho.
La joven se marchó, y el gigante, al verse solo, se puso de pie para aproximarse al lugar donde la hoguera acariciaba con sus últimas llamas la panza del caldero. No encontró como alimento mas que un caldo sucio en el que flotaban espinas y cabezas de pescado.
Además, como flotaban otros pontones en esta entrada del mar, unos se vigilaban a otros, y varias lanchas con gente armada recorrían las proximidades de los viejos navios, de noche.
Los que no estaban ocupados en bailar lanzaban por el aire serpentinas y bolas de algodón, ó insistían con un deleite infantil en hacer sonar pequeñas gaitas y otros instrumentos pueriles. Flotaban en el aire cargado de humo esferas de caucho de distintos colores que los concurrentes habían dejado escapar de sus manos.
La Naturaleza parecía asociarse a su felicidad; las hojas, mecidas por suaves brisas murmuraban en la noche; vapores argentinos flotaban sobre el jardín adormecido, y, con sus rayos, la luna acariciaba las flores que, desfallecidas, exhalaban su perfume. Fue aquel un momento de embriaguez. Pero Juan sintió bien pronto desvanecerse su dicha.
El tabaco los rodeaba: habíalos metidos en él hasta media pierna: a todos les volaba por hombros, cuello y manos, y en la atmósfera flotaban remolinos de él. Los trabajadores estribaban en la punta de los pies y lo que se movía para brincar era el resto del cuerpo, merced a repetido y automático esfuerzo de los músculos; el punto de apoyo permanecía fijo.
En estas prolongadas vigilias su cerebro se turbaba, y entonces creía ver visiones que flotaban ante sus ojos; quizás las percibía confusamente á la débil luz que de ellas irradiaba, en la parte más remota y obscura de su habitación, ó más distintamente, y á su lado, reflejándose en el espejo.
Pero en aquel instante su pensamiento huía de las escenas de muerte. En torno de él flotaban imágenes risueñas y gloriosas que le infundían una amable alegría que pocas veces había sentido, acompañada de indecible bienestar corporal. Creía sentir un suavísimo calor que irradiaba del corazón hasta las manos y los pies, como si la sumergiesen en un baño de leche tibia.
Contemplaba vagamente los bosques, por encima de los cuales flotaban jirones de bruma y entre cuyos árboles los pájaros lanzaban aquel grito lastimero que anuncia los días lluviosos. En cada uno de los árboles del camino le parecía ver desfilar una a una sus ilusiones de otros tiempos.
Palabra del Dia
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