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Actualizado: 2 de octubre de 2025
Me parece que un puñado de rústicos podría defender esta fortaleza contra diez compañías del rey, dijo Tristán. Lo mismo digo, asintió Roger. Pues bien os equivocáis, mes garçons, exclamó el arquero. Mucho más formidables que ésta las he visto yo rendidas en una sola noche. ¡Por el filo de mi espada!
Las rayas trazadas sobre el madero por el filo del hacha le parecían una página histórica. Las pesas subían y bajaban golpeando el mostrador duro, y de mano en mano iba pasando el sustento de todo el barrio, aquí pobre y esquilmado, allá rico y sustancioso.
¡Bah! don Rodrigo es muy hablador; no quiere que se le entorpezca la lengua, y la usa de punta y de filo: por lo mismo, te he aconsejado ya, reina mía, que le tratemos de filo y de punta. ¿Cómo sabes tú que existen esas puertas? ¡Bah! es un cuento muy largo; dejémoslo para cuando el rey se ocupe de las cuentas de su rosario. ¡Tú quieres escapar!
Levantó el sitio apenas supo que Pompeyo habia salido de la ciudad, le derrotó en Munda, bajó de nuevo á Córdoba, y pasó á cuantos le opusieron la menor resistencia por el filo de la espada. ¡Qué dias aquellos tan aciagos!
La lona subía chirriante y se hinchaba con blanca convexidad. «Ya estamos; ahora á correr.» El agua empezaba á cantar, deslizándose por ambas caras de la proa. Entre ésta y el borde de la vela veíase un pedazo de mar negro, y asomando poco á poco sobre su filo, una gran caja roja.
El pobre gigante no pudo resistirse á las energías mecánicas conjuradas contra él; se sintió empujado brutalmente, hasta caer al suelo, y luego arrastrado un largo espacio, derramando sobre la huella que dejaba su cuerpo dos regueros de sangre. Los hilos metálicos partían sus carnes como el filo de un cuchillo.
El pilluelo, trémulo de emoción por el regalo, había acogido la ceremonia con gravedad, creyéndola algo indispensable que se usaba entre los señores. ¿Eh? volvió a preguntar, mirando a don Jaime como si lo protegiese con toda la inmensidad de su valentía. Pasaba un dedo ligeramente por el filo y luego apoyaba la yema en la punta, gozando voluptuosamente al sentir su agudo pinchazo. ¡Qué joya!
¡Por el filo de mi espada! exclamó Simón. Paréceme, amigo Tristán, que de este viaje no veremos á España; ni tampoco mi cobertor de pluma, que por fortuna se halla en buenas manos. Trece flechas me quedan y que me ahorquen si una sola de ellas no da en el blanco.
«¿Qué he de tener, desgraciada de mí? exclamó al fin bebiéndose sus lágrimas , sino que hoy, sin saber por qué ni por qué no, me veo tal y como soy; soy mala, mala, más que mala, y se me vienen al filo del pensamiento toditos los pecados que he cometido, desde el primero hasta el último...».
Benina descansó en el filo de una silla, como todo lo demás, de roble con blando asiento de terciopelo verde. «Pues la he llamado a usted para decirle...». Pausa. La cabeza de D. Carlos hallábase afectada de un crónico temblor nervioso, movimiento lateral como el que usamos para la denegación. Este tic se acentuaba o era casi imperceptible, según los grados de excitación del individuo.
Palabra del Dia
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