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Actualizado: 21 de junio de 2025


Todo esto lo pensaba, lo veía; pero no acertando á expresarlo, se limitó á insistir en su protesta. ¡No!... ¡En nuestro mar, no quiero! Ferragut, á pesar de su carácter impetuoso, adoptó un tono de bondad, como un padre que desea convencer á su hijo fosco y testarudo. Los sumergibles alemanes se limitarían en el Mediterráneo á una acción militar.

Cuando quedaron anclados en este pedazo de mar gris, brumoso y poco seguro, rodeado de negras montañas, Tòni esperó con ansiedad el resultado de los viajes que el capitán hacía á tierra. En todo el curso de la navegación, Ferragut no se había prestado á confidencias. El piloto sólo sabía que este viaje á Brest era el último. ¿Quién iba á ser el nuevo dueño del Mare nostrum?

Dos años le bastaban para completar estos estudios. El tío le había facilitado las matrículas y los libros, recomendándolo además á uno de los profesores, antiguo compañero de navegación. Cuando murió casi repentinamente don Esteban Ferragut, su hijo tenía diez y ocho años y estudiaba en la Universidad.

Ferragut tuvo la seguridad de que los fugitivos se reían de él al verle correr por la cubierta, que empezaba á combarse echando fuego por sus resquebrajaduras. Se vió, sin saber cómo, en el bote más pequeño, rodeado de varios negros y diversos objetos amontonados con la precipitación de la fuga: un barril de galleta medio vacío, otro de agua que sólo contenía unos pocos litros.

Y Freya, como si le enterneciesen de un modo irresistible estos consejos, avanzó un brazo sobre los globos encorsetados de la doctora, apretando convulsivamente la diestra de Ulises. Entró un hombre de la edad de Ferragut, pero más bajo de estatura, menos endurecido el rostro por el curtimiento de la intemperie. Iba vestido á la inglesa, con escrupulosa corrección.

Y la joven dijo esto con gravedad, sin mirarle, como si hubiera perdido para siempre su sonrisa de mujer fácil que había engañado á Ferragut. En el tren se humanizó, hasta perder su mal gesto de ofendida. Iban á separarse pronto. La doctora parecía cada vez menos abordable, así como rodaba el vagón hacia Salerno.

Freya tenía la certeza de que trabajaban en el aprovisionamiento de los submarinos existentes en el Mediterráneo español. Todos conocían al capitán Ferragut por el suceso de Marsella, y hablaban de su persona con lúgubres reticencias.

Era, indudablemente, la divinidad del templo muerto, que había cambiado de forma para vivir sobre sus ruinas. Esta culebra debía tener veinte siglos. Por culpa de Ferragut no había podido tomarla entre sus manos... La habría hablado... Estaba acostumbrada á conversar con otras...

Al iniciar Ferragut un saludo, la dama hostil se dignó contestarle, mirando luego á su compañera con expresión interrogante. El marino adivinó que durante la noche habían hablado de su persona, mientras él, bajo el mismo techo, pugnaba inútilmente antes de dormirse por concentrar sus recuerdos. No supo con certeza cómo se inició la conversación.

Sólo algunas familias nobles, especialmente en las islas, tomaron el nombre patronímico de Catalán. Aún se acuerdan de nosotros confusamente, pero se acuerdan decía Ferragut.

Palabra del Dia

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