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Actualizado: 21 de mayo de 2025
Sin otras lecturas que las de su carrera, hablaban con asombro de los numerosos libros que llenaban el camarote de Ferragut, muchos de ellos sobre materias que les parecían misteriosas. Algunos hasta hacían afirmaciones inexactas para completar el prestigio de su camarada: Sabe mucho... Además de marino, es abogado. La consideración de su fortuna contribuía igualmente al aprecio general.
Luego, Ferragut, que no podía vivir inactivo, volvió al mar, pero como primer oficial de un trasatlántico que hacía viajes regulares á la América del Sur. Para él, equivalía esto á ser empleado en una oficina flotante, visitando los mismos puertos, repitiendo invariablemente iguales trabajos. Su madre se mostraba satisfecha al verle con uniforme.
La disciplina les hacía acatar las órdenes de Ferragut, pero se adivinaba que para ellos su mando no pasaba de ser una simple delegación, y que el verdadero jefe de á bordo era el conde. La goleta pasó á la vista del archipiélago de Lípari; luego, torciendo el rumbo hacia el Oeste, siguió las costas de Sicilia desde el cabo Gallo al cabo de San Vito.
Su embriaguez se recreaba con las más disparatadas magnificencias. Unos hacían correr el vino de todo un tonel para llenar un solo vaso. Otros empleaban como blanco de su revólver las botellas de champaña alineadas en las anaquelerías de los cafés, pagando las roturas al contado. De este viaje guardó Ferragut un sentimiento de orgullo y confianza que le hizo despreciar los peligros.
Cinta asintió con un silencio doloroso á esta resolución, como si la hubiese adivinado mucho antes. Era algo inevitable y fatal que debía aceptar. El fabricantes Blanes tartamudeó de asombro. ¡Volver á su vida de aventuras cuando los grandes señores del partido se ocupaban de su persona!... Tal vez en las primeras elecciones le hiciesen concejal. Ferragut rió de la simpleza de su primo.
También me dió este papel, escrito en la misma calle con un lápiz. Usted sabrá lo que dice. Yo no he querido mirarlo. Ferragut, al tomar el papel, reconoció inmediatamente la letra de ella, pero desigual, nerviosa, trazada con precipitación. Cuatro palabras nada más: «Adiós. Voy á morir.» «¡Mentiras! ¡Siempre mentiras!», dijo en su cerebro la voz de la cordura.
Ahora, al escuchar sus regocijados comentarios sobre la tranquila vida de Tòni y su filosófica cordura, volvió á decirse mentalmente, sin que el capitán pudiese adivinar nada en su rostro: «Ya ha roto con la mujer: se ha cansado de ella. ¡Más vale así!» Se afirmó aún más en esta creencia al escuchar los planes de Ferragut.
Estos viajes, que en otro tiempo entusiasmaban á Ferragut, tenían ahora como final una decepción. Después de pagados los gastos y de haber vivido con rabiosa economía, apenas quedaba algo para el armador. Cada vez eran más numerosos los buques de carga y el flete más barato.
Ferragut volvería á tierra, aposentándose en el mismo albergo. Continuarían su vida de antes, como si nada hubiese ocurrido. Esta tarde me esperarás en los jardines de la Villa Nazionale... Sí, allí donde quisiste matarme, ¡bandido!...
El jefe quedó en profunda reflexión, con la frente en una mano y el codo en la mesa. Ferragut conocía la justicia militar, expedita, intuitiva, pasional, atenta á sentimientos que apenas tienen valor en otros tribunales, juzgando por los movimientos de la conciencia más que por la letra de las leyes, y capaz de fusilar á un hombre con la misma prontitud que emplea para dejarlo en libertad.
Palabra del Dia
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