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Actualizado: 3 de junio de 2025


Quino se acerca á Telva y con frase insinuante la requiebra y la felicita. Arrimados á una columna del pórtico departen en voz baja mientras Eladia, con la muerte en el alma, les dirige miradas fulgurantes. Pero Flora, la gentil zagala de Lorio, se acerca á ella y procura distraer su pena con su charla siempre alegre y graciosa. Deja que me esconda detrás de ti. Jacinto me persigue y me sofoca.

Se felicita al Alma por su venida, y se la adorna con un bonete de loco. Agrádale bastante al principio la desenfrenada licencia de la nueva vida; pero pronto la encadena la Culpa, y la encierra en una prisión. Abre entonces los ojos á la luz, y se arrepiente de sus extravíos; viene en su ayuda la Inspiración ó la Gracia Divina, llamada por la Razón, y con su auxilio se liberta de la cárcel.

Usté, sin saberlo, y por consecuencia de aquellos manejos de hace años, ha sido el Deus ex machina de este día, el día más feliz de nuestra vida, de don Pedrito, de Angustias, de Belarmino y mía. Así es comentó Belarmino. Y en seguida, meditabundo . ¿Cuánto durará? Lo que nos resta de vivir afirma Apolonio, accionando con rotundidad escénica. Y le muestran a Felicita los telegramas.

Telva partía ya, refunfuñando. Telva, no te vayas, no me dejes sola. Tengo miedo. Después de una pausa: Vete, , Telva; vete. Sacaré fuerzas de flaqueza.... No te vayas. Tengo miedo, tengo miedo.... Bueno, ¿qué hago? Como no me parta en dos. Felicita se echó a llorar. Yo qué , yo qué . Párteme en dos a ; deja una parte muerta aquí, y lleva la parte viva contigo.

Venía volada por la calle, y él detrás, detrás. ¡Qué asiduidad! ¡Qué perseverancia! ¡Ay! Déjenme ustedes que repose y tome aliento. Aquella criatura facunda y versátil, especie de andrógino reseco y sin incentivo, vivía en la Rúa Ruera, y se llamaba Felicita Quemada.

A no se me ocurre sino una persona: Felicita, la Consumida. ¡Infame alcahueta! No digas palabras malsonantes. Eso de la alcahuetería es cosa muy relativa. Todas las mujeres, en llegando a cierta edad, si son amorosas todavía, como no están en sazón de que las amen y ellas no aciertan a vivir sino en la atmósfera del amor, se perecen por proteger y concertar amores ajenos.

Las pocas lamparillas que todavía alumbraban se extinguían con un estremecimiento incorpóreo, al modo de leve recuerdo dorado. Felicita sintió que una mano invisible le apretaba el corazón. No podía respirar. Cantó un gallo. Una voz de timbre increíble resonó en la cabeza de Felicita: «Es la hora en que Lucifer cae al averno y las almas de los justos vuelan a Dios

La duquesa fué a comunicar la triste nueva a Felicita.

Me apetecía, y yo le apetecía... gritó Felicita, desbaratando el peinado y dando suelta al cabello, caudaloso y negro, lo único joven y hermoso que poseía . ¿Por qué no habló? ¿Qué hablar?

Felicita, arropada en una toquilla de estambre y con zapatillas de orillo, se pasaba horas y horas, del día y de la noche, inmóvil, reseca, ósea, color de cera, en el mirador de cristales; parecía una momia en la vitrina de un museo, entre flores ajadas, como de trapo, y pajarillos inmóviles por el frío, como disecados.

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