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Y avivando el paso, mandó á todos le siguiesen: en efecto, logró atravesar aquel estrecho sin resistencia, y salir á otra quebrada mas espaciosa, donde tuvo ya lugar la imaginacion para concebir fundadas esperanzas de un éxito feliz.

Eso dijo, no es de la competencia de usted, señor cura... sea indulgente... Magdalena es tan feliz... Feliz por una frasecilla sin estilo, sin citación... dijo despidiéndonos, , no lo comprendo... Lo creo, señor cura, que no lo comprende usted... Eso no es de su competencia, como dice la abuela... 12 de marzo.

Ambos cuadros son de color fresco y jugoso; y en lo que toca a la ejecución de lo más feliz que puede citarse de la segunda manera del autor.

Y él respondió: Qué feliz es usted de creer todavía en los libros, en las frases, y de encariñarse con todos esos juguetes inútiles que sirven de pasatiempo a los desocupados!... Y añadió: Sólo el poder es verdadero.

Maltrana lo miró con más atención que otras veces, como si se despidiese de él. Digamos adiós al noble amigo don Wolfgang, que ha visto con paciencia tantas necedades nuestras... Este fue un hombre feliz. No se vio obligado, como nosotros, a correr el mundo en busca de dinero. La fortuna fue pródiga para él, como una de esas viejas apasionadas que gustan de proteger a los buenos mozos.

Juanito era feliz. Próximo al ocaso de su juventud, a los malditos treinta años de que hablaba Espronceda, en vez de tristes desengaños experimentaba la alegría de saber que en el mundo hay algo más grato que adorar a la mamá como un ídolo y plegarse a todos los caprichos de los hermanitos.

Y sin embargo, la hermosura y el amor inmenso, excepcional de la comedianta, excitaban su deseo; halagaban su orgullo; don Juan, si hubiera podido, sin dejar de amar á doña Clara y de ser feliz con ella, hubiera sido amante de Dorotea. Pero esto era imposible: Dorotea tenía demasiado corazón.

Ya fuese empleando un método ingenioso y secreto o caminando por ignorados atajos, ya fuese por preciosa capacidad nativa, ello es que Tiburcio a los dos o tres días de oír hablar cualquier idioma, se penetraba de su organismo, se enseñoreaba de sus formas y leyes gramaticales, atesoraba en su feliz memoria cuanto había de esencial y de radical en su léxico, y se soltaba a hablarle correcta y lindamente y con muy buena pronunciación, como si no hubiera hecho otra cosa en toda su vida.

Mire usted cómo está rosada, cómo brillan sus ojos... ¡Ah! que sea siempre feliz, ¡qué importa lo demás! Durante la comida, la animación fue grande.

Aunque Byron conocía el idioma español, como lo prueba la traduccion del romance sobre la toma de Alhama, no parece que haya tomado la idea fundamental de su composicion de los siguientes versos de Calderon en el Pintor de su Deshonra, que transcribimos aquí como una feliz coincidencia entre dos grandes genios poéticos.