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Poca cosa. Algo así como ocho mil francos. Un modisto de la rue de la Paix empezaba á faltarle al respeto por esta deuda, que sólo databa de tres años, amenazándola con una reclamación judicial.

Pero bien pronto conoció que iban á faltarle las fuerzas; sintió en el costado un dolor atroz, nublóse su vista y haciendo un esfuerzo supremo se inclinó sobre el cuello del caballo, lo estrechó fuertemente entre sus brazos y cerró los ojos, casi insensible ya á cuanto le rodeaba. Nunca supo Roger lo que duró aquella carrera desenfrenada.

Niño, tráete la mía gritó reciamente el señor Rafael al criadillo. No tardó éste en presentarse con otra batea de cañas. El señor Rafael era un viejo de fuerte complexión, seco, moreno, con los cabellos blancos, pero sin faltarle uno solo, vivo de ojos y suelto de ademanes, como un chico de veinte años.

Estaban acaso a la puerta dos mujeres mozas, destas que llaman del partido, las cuales iban a Sevilla con unos arrieros que en la venta aquella noche acertaron a hacer jornada; y, como a nuestro aventurero todo cuanto pensaba, veía o imaginaba le parecía ser hecho y pasar al modo de lo que había leído, luego que vio la venta, se le representó que era un castillo con sus cuatro torres y chapiteles de luciente plata, sin faltarle su puente levadiza y honda cava, con todos aquellos adherentes que semejantes castillos se pintan.

Trama entonces una doble venganza, así de Gómez, por haber ofendido su honor, como de Rodrigo, bastante audaz para faltarle al respeto debido; logra, en efecto, realizarla, suscitando una lucha entre ambos, en la cual sucumbe Gómez á manos del bastardo.

Mocitos del barrio, con fieltro nuevo y los bucles alisados sobre las orejas, blandían garrotes con belicoso fervor, como si alguien se propusiese faltarle al respeto a la hermosa señora y fuera preciso el auxilio de sus brazos.

Estais sobre la escena... Acabad vuestro drama con el arte grandioso del vivir. Pero tened en cuenta que si os sale tragedia no han de faltarle risas; ni han de faltarle lágrimas si os resulta comedia. El epílogo triste de tu vida se prolonga cubriendo con su gloria el silencio expresivo de la historia.

El que al señor de Bermúdez le faltaba un ojo, como podía faltarle a cualquiera, y que con su hija hubiera estado él, Leto, más o menos atento, no autorizaba a nadie para preguntarle a cada paso, y delante de ciertas gentes, por la salud y el valor, y el saque y otras mil cosas del Macedonio; ni si tomaba o no tomaba varas, o si era blanda o dura de cerviz «la hija de Darío». Era una gran inconveniencia hablar así de personas tan respetables, en un sitio como aquel... o en cualquier otro; y como así lo sentía, así se lo dijo al fiscal, con mucha pena, pero resuelto a que cesaran las bromas.

No se concibe que ella converse con un mozo sin coquetearle. Una expresión de sufrimiento alteró las facciones de Muñoz. ¡Cómo debe quererla, el pobre! murmuró Lucía al oído de Charito. Y dirigiéndose a él: Adriana puede volver a quererlo, y en todo caso, de no quererlo Adriana, no ha de faltarle otra.

Con faltarle su mujer, faltole al señor Joaquín la diestra mano, y fue decayendo en él aquella ufanía con que dominaba el mostrador, luciendo su estatura gigantesca, y alcanzando del más encumbrado estante los cajones de pasas, con sólo estirar su poderoso brazo y empinarse un poco sobre los anchos pies.