Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 22 de mayo de 2025
Este capellán era un joven delgado, con rosetas en las mejillas, indicio de un temperamento enfermizo, los ojos vivos e insolentes, la nariz fina, la boca pequeña, con un pliegue hipócrita y malicioso. Había sido un criadillo que doña Serafina metió en casa para recados y servir a la mesa, poco después de quedar viuda. Observando su listeza y encariñada con él, una vez trasladado su domicilio a Lancia, le dio carrera, enviándole al seminario. En las horas que le dejaban libres las clases, Joaquín seguía desempeñando su oficio de criado. Luego que tomó las órdenes le hizo su administrador; hoy era sus pies y sus manos. No salía a la calle sino en su compañía, era su director espiritual y su consejero temporal. Espectáculo curioso en verdad la trasformación súbita de un doméstico en señor de su propia ama.
Y sin embargo, ¡cuánto se amaban! Su cariño era antiguo. Databa de cuando Demetria, niña de nueve ó diez años, iba con su padre á Peña-Mea. Porque el tío Goro poseía en aquellos campos, no lejos de la Braña, una cabaña con su establo y alrededor un prado cercado. Allí solía llevar parte de sus vacas en los meses de calor: pacían el prado y las yerbas pertenecientes á los pastos comunales del concejo de Laviana: retirábalas al llegar el mes de Octubre. Generalmente solía dejar á su cuidado un criadillo, pero una ó dos veces por semana iba él allá á enterarse de lo que ocurría y llevar provisiones de boca al pastor. En estas excursiones le acompañaba alguna vez Demetria cuando tenía menos años. Ningún placer más grande para la niña que salir con su padre antes que rayase el alba, pasar el día entero jugando sobre aquellas montañas y regresar á la noche cargada de zampoñas, jaulitas para grillos y huevos de buitre. Todas estas cosas y otras más le proporcionaba Nolo, que apacentaba las vacas de su padre cerca de las del tío Goro. El mancebo de diez y seis años y la niña de diez se trabaron con estrecha y cariñosa amistad. Ella gozaba siguiéndole cuando se metía por entre los zarzales en busca de nidos ó cortaba ramas de saúco para hacer flautas ó varitas finas de salguera para fabricar jaulas.
Niño, tráete la mía gritó reciamente el señor Rafael al criadillo. No tardó éste en presentarse con otra batea de cañas. El señor Rafael era un viejo de fuerte complexión, seco, moreno, con los cabellos blancos, pero sin faltarle uno solo, vivo de ojos y suelto de ademanes, como un chico de veinte años.
Palabra del Dia
Otros Mirando