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Actualizado: 29 de junio de 2025
¡Rafaé! ¡Rafaé! gemía María de la Luz inclinándose sobre el herido. Y como si la desgracia le hiciese olvidar su habitual recato, faltó muy poco para que le besase en presencia de su padre. El caballo murió en la mañana siguiente, reventado por la loca carrera. Su dueño se salvó después de una semana transcurrida entre la vida y la muerte.
Su público, cuando estaba falto de dinero, merecía todas estas precauciones. Usted debe ir á Buenos Aires, don Manuel decía á Robledo con firme optimismo . Usted es el único á quien harán caso allá.
La música había cesado de tocar, y el cura aprovechó este silencio para expresarse con la exuberancia de un verboso falto de amistades que busca ocasión de esparcir su facundia.
Cornelio y Hans cazaron una docena de papagayos y una bernicla jubata del tamaño de un pavo, a la cual sorprendieron en la orilla interna del atol. No sólo no les faltó, pues, qué comer, sino que hasta se regalaron con la carne asada de esas aves, que es un manjar sabroso y delicado. Después de mediodía el Capitán dió la orden de marcha.
Maltrana renunció por el momento a todo encargo de trabajo por parte del senador. Pero su fe no se alteró por esto: otros le proporcionarían nuevas tareas. Al verse falto de ocupación, dejó de estar en casa, y pasó las tardes en el Ateneo o en los cafés, discutiendo con la juventud literaria. De noche comenzó a recogerse tarde, aconsejando a Feli que le esperase acostada.
¡Oh, tranquilícese usted, el día que eso sucediera!... añadí. El día que eso sucediera... repitió ella. Y le faltó la voz y rompió a llorar. Al día siguiente, no obstante, volvió. La vi apearse de su carruaje tan cambiada, tan abatida que me asusté. ¿Qué tiene usted? le dije corriendo a su encuentro, tanto me pareció próxima a desmayarse.
El hombre de fatiga siempre encontraba un mendrugo y una copa de vino para salir del paso. Pero ¿y él? ¿Qué iba a ser de él, envenenado por una instrucción que de nada le servía, falto de la fuerza brutal con que se ganaban el pan los desgraciados de blusa?...
Allí coge una media que está haciendo y se pone a trabajar. Suenan campanadas lejanas; la vieja vuelve a suspirar. ¿Por qué suspira? Hace diez años que vive así; no se sabe para qué vive. Ella no hace más que pensar en que se ha de morir; lo piensa todos los días y en todos los momentos desde hace diez años, que fue cuando «faltó» su marido.
Tranquilo, puesto el ánimo en Dios y la esperanza en el deseo de saber, tendió la vista en torno suyo; pero como ave obligada a volar demasiado alto, sus ojos se deslumbraron, sintió el vértigo que da la altura, y le faltó aire para sus pulmones oprimidos.
Si en su lugarejo no encontró amparo, en las ciudades le faltó protección. Nadie le dio enseñanza, ni le dejó tiempo de adquirirla. Su instinto le decía «estudia»; la necesidad le respondía «gana». Cualquier aprendizaje le hubiera mermado el pan y el sueño.
Palabra del Dia
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