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Actualizado: 27 de mayo de 2025
Sólo en nuestra sociedad heterogénea, libre de escrúpulos y distinciones, se da el caso de que un hidalguete, poseedor de cuatro terruños, o un empleadillo de mediano sueldo, se confundan con marqueses y condes de sangre azul, o con los próceres del dinero, en los centros de falsa elegancia; que se junten y alternen los que explotan la vida suntuaria por sus negocios, o sus vanidades, o bien por audaces amoríos, y los que van a bailar y a comer y departir con las señoras, sin más objeto que procurarse recomendaciones para un ascenso, o el favor de un jefe para faltar impunemente a las horas de oficinas.
No es maravilla que el dignísimo profesor de primeras letras, poseído de legítimo orgullo, exclamase al final de su artículo: «¡Bajen, pues, del pedestal en que la ignorancia de los hombres los ha colocado esos colosos, portaestandartes de una falsa ciencia: Kepler, Newton, Laplace, Galileo.
Lo extraño es que nunca puedan cantar cuando están solos. Si, mientras están cantando, tiene Martín que alejarse, llamado por algún asunto, en seguida sus voces pierden la seguridad y los jóvenes se miran sonriendo; uno u otro, por lo regular, deja escapar una nota falsa, y la canción queda inconclusa.
Se alejó el mozo y cuando se vió solo acudieron á su mente mil dudas. ¡Era extraño aquel percance de Plutón! Mas por otra parte, si había estado en la mina trabajando todo el día, la noticia de la Pura resultaba falsa. En estas cavilaciones enfrascado estuvo algún tiempo. Miró al cielo; vió que era tarde ya para ir á la Braña y volver á la mañana: tampoco quiso llamar en casa del tío Goro.
Si se turbó Camila o no, no hay para qué decirlo, porque fue tanto el temor que cobró, creyendo verdaderamente -y era de creer- que Leonela había de decir a Anselmo todo lo que sabía de su poca fe, que no tuvo ánimo para esperar si su sospecha salía falsa o no.
No hacía oportunamente las sacas del tabaco, no iba al sello cuando debía, se le olvidaba escoger los peninsulares, y hasta llegó a tomar moneda falsa. Tal era su situación cuando recibió las dos cartas de Cristeta. Leyó primero la que le iba destinada, y en seguida ocultó la otra, temeroso de que doña Frasquita la viese.
¡Oh!, semejante idea no se me ocurrirá nunca; pero, sin embargo... ¡A usted no le desagradará saber que tengo mis papeles en regla! No puedo engañarle, papá Juan Claudio; usted está en su derecho; ¡el que falta al llamamiento cuando los kaiserlicks están en Francia merece que le fusilen! Pero no tenga cuidado, aquí está mi permiso. Hullin, que no sentía una falsa delicadeza, leyó: *
La madre... ¿ves aquella risita falsa?, pues es terrible. No puede entrar en su casa una muchacha regular; en seguida abrasa al marido a celos. Esta chica que les cosía no pudo aguantar.... Allí no hay nadie bueno sino la chiquilla mayor. Nos dio dulces una vez... es bien natural respondió Amparo, que sintió cruzar por su espíritu la visión de la noche de Reyes. ¿Esa?
Pasaron también aquella noche sin novedad. Durante el cuarto de guardia del piloto hubo una falsa alarma, motivada por ciertos ruidos sospechosos que se oyeron hacia el bosque; pero después todo quedó tranquilo. A las seis de la mañana todos estaban de pie, dispuestos a emprender valerosamente la marcha hacia el Oeste.
Ni en la frente, ni en la boca se descubrían aquellas desagradables arrugas que son revelación de un alma falsa o llena de complicados sentimientos. Decididamente, la señora Liénard no tenía nada de una Dalila. Cerró bruscamente el abanico, se inclinó un poco hacia Delaberge y dijo: ¿De manera que ha vivido usted en Val-Clavin? Sí, señora; viví dos años. ¿Hace mucho tiempo?
Palabra del Dia
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