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Actualizado: 27 de mayo de 2025
Garmendia les sacaba fuera de quicio con sus observaciones, al parecer ingenuas, pero de doble fondo. El boticario decía, por ejemplo, que había conocido algún protestante o judío, buena persona, y añadía que era para él muy extraño y muy triste que un hombre que profesaba una religión falsa pudiera ser mejor que muchos católicos.
Con ellos dan pábulo á su falsa religion y aumentan el número de los ilusos cenobitas que huyen los placeres y se imaginan hallar la felicidad en el propio sacrificio.
La boca, en que el labio superior ligeramente contraído daba a la fisonomía cierto aire desdeñoso y triste, dejaba ver unos dientes blancos, menudos y apretados. El óvalo del rostro era gracioso y severo al mismo tiempo. La mirada triste con la falsa resignación del hastío.
Los demás recalaron todos á la tienda de Crisanto, en la calle de Pedro Conde, levantaron al montañés que ya se había acostado, é introduciéndose por la puerta falsa del portal, invadieron ruidosamente el establecimiento. Y ¡vengan cañas de Sanlúcar! ¡venga cante y guitarra y jaleo!
La teoría de la inspiración es falsa y ridícula: la inspiración acude delante de las cuartillas y de los libros, no en las mesas de los cafés ni en las salas de juego: cuando no gusta lo que se ha escrito, se rompe y se escribe de nuevo preparándose convenientemente con el estudio y la meditación; pero no se van a buscar ideas a la ruleta.
Me disgusté con la señora que vende en la taquilla por si una moneda era buena ó falsa; discutí también con el que recoge las entradas porque acudió en su defensa.... Dentro, en la sala, la misma mala suerte. Mis vecinos de fila se quejaron, diciendo que había entrado con demasiada violencia. Mala voluntad de su parte, pues á mí no me gusta molestar á nadie.
Pero a solas se decía Anita: «¿No es una temeridad casarse sin amor? ¿No decían que su vocación religiosa era falsa, que ella no servía para esposa de Jesús porque no le amaba bastante? Pues si tampoco amaba a don Víctor, tampoco debía casarse con él».
Doña Pepita era la causante de la desdichada aventura. A ella se le ocurrió ir a Villabona, para ver a su hijo, que le habían dicho que se encontraba herido en este pueblo. Afortunadamente, la noticia era falsa. Doña Pepita, la madre de Rosita, era una señora romántica, con unas ideas absurdas.
Se ven así arrastrados á afectar una falsa originalidad, á correr en pos de lo nuevo y de lo insólito, y de aquí también, con otras concausas tan eficaces como éstas, que las producciones deplorables de las literaturas modernas estén desprovistas de unidad interna y de perfección orgánica.
Sin duda no era falsa la visión, porque Tiburcio y los marinos afirmaban que la habían visto, aunque pronto se había perdido en la sombra. El piloto Lorenzo Fréitas afirmaba más aún porque su vista era perspicaz como la del águila.
Palabra del Dia
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