Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 24 de mayo de 2025
En fin, hablaré con el jefe, y trataremos de complacerle a usted. ¿Y cómo va mi asunto? Regularmente. No basta eso. Hay un obstáculo muy difícil de vencer. ¿Cuál? El fallo del Consejo de Estado, enteramente contrario... ¡Demonio! ¿De cuándo acá? Desde esta mañana. Aquí está a la aprobación de S.E. ¡Es preciso que se revoque ese fallo! No lo veo fácil. Pero yo lo veo necesario.
Carlos Holguín, durante su permanencia en España, donde no son mancos, ha asombrado a los más fuertes espadas del Veloz... No he podido menos de sonreír al encontrar, en el admirable estudio del señor Camacho Roldán, uno de los hombres más sabios y distinguidos de Colombia, sobre el poeta Gutiérrez González, este característico comentario a los versos sobre el tresillo que he transcrito en primer término: «La exposición de la partida es tan clara y la explicación de los azares que determinaron la pérdida de ella tan completa, que cualquier aficionado, sin ser un Miguel Ángel en ese arte divino, puede comprender en el acto que se perdió de puesta en la que el pie, que indudablemente tenía caballo y siete de copas, hizo las cuatro bazas, y el mano el fallo del rey, habiendo sido atravesado el hombre» .
El juicio terminó, desairosamente para el iracundo prelado, por fallo del Consejo de Indias.
Celebrose la ocurrencia con grandes risas, Damián quiso apagar una vela de un taponazo de Champaña, falló el tiro, y armose descomunal gritería; eran cuatro personas y alborotaban como doce.
Ambos cayeron a la vez en un espasmo violentísimo de risa. ¡Pero eso es un absurdo! profirió al cabo con trabajo D. Pantaleón. ¡Ahí verá usted! repuso Moreno quitándose las gafas para limpiar los cristales, que se habían empañado con el vapor de las lágrimas producidas por la risa. ¿Y usted se ha resignado con tal fallo?
Sería extraño que sufriese en silencio el presuntuoso descaro con que los diputados y senadores yankees se constituyen en tribunal del humano linaje, en hierofantes de la filantropía y la cultura, reprobando y anatematizando la conducta de una nación soberana en su gobierno interior, sometiéndola á su fallo y tratando de imponerle castigos infamantes, de desmembrarla á su antojo y de despojarla de parte de sus bienes.
En ella, más que en la riqueza, cifraba su dicha, y solía decir muy sinceramente: No temo el juicio de los demás. Temo el fallo severísimo de mi propia conciencia. No gustaba de parecer generoso, pero no era mezquino ni avaro.
Vuestra conciencia distinguida se alarmaría aún más si supieseis... ¡pero no me atrevo a decirlo!... ¡que me gustan mucho las cursis! ¡Perdón, señores, perdón! Ahora que he confesado mi indignidad descargando el alma del peso que la abrumaba, aguardo resignado vuestro fallo. Condenadme, si queréis, a perpetuos pantalones anchos.
Añadía el padre Arce que por él no había de ir otra almita al limbo, que no se sentía con hígados para hacer un feo a antojos de mujer encinta. El vicario foráneo se vió de los hombres más apurados para dar su fallo, y solicitó el dictamen de Matalinares, que era a la sazón fiscal de la Audiencia de Lima.
Otro soñaba con una pistola browning. ¿Quién le daría una browning? Sólo disponía de un revólver de ordenanza, arma insegura que le falló dos veces en el asalto de una trinchera, impidiéndole matar al enemigo que acababa de herirle. Con Martínez podía expansionarse el coronel, dando suelta á sus profecías favorables para los aliados.
Palabra del Dia
Otros Mirando