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Actualizado: 20 de junio de 2025
Si la chica tosía era por vicio, pues no la faltaban su libra de pan y su rinconcito en la cazuela de arroz; algunos días hasta comía golosinas: morcilla de cebolla y sangre, por ejemplo. Los domingos la dejaba divertirse, enviándola a misa como una señora, y aún no hacía un año que le dio tres pesetas para una falda.
Hablando así se quitaba el sombrero, luego el abrigo, después el cuerpo, la falda, el polisón, y lo iba poniendo todo con orden en las butacas y sillas del aposento. Estaba rendida y no veía las santas horas de dar con sus fatigadas carnes en la cama. El esposo también iba soltando ropa. Aparentaba buen humor; pero la curiosidad de Jacinta le desagradaba ya.
Los pastorcillos debieron tener miedo al sentir aquel ruido, porque al llegar a un pequeño claro que forman los árboles en la falda del monte, encontramos una pequeña manada de corderos y cabras sin pastor y bajo la única vigilancia de dos grandes perros negros, que, al vernos, ladraban con fuerza. Algo más lejos, observamos las cenizas humeantes de una hoguera entre dos grandes piedras.
Caminaron tres dias por Thracia, destruyendo y talando la campaña; llegaron á poner una noche sus cuarteles á la falda de un monte poco áspero.
La melena blanca, corta y, desigual, agitábase erizada, sacudida por el viento; lucía un corpiño de color de ala de mosca, prendido con alfileres, y en la falda, mezquina y desgarrada, un landre voluminoso lleno de llaves de alacenas, cofres y arcas.... Iba cantando, en voz de falsete, plañídera y, tenaz, una extraña canción hecha con refranes y majaderías.
El Magistral dormía algunos días la siesta, y doña Paula, por economía, le preparaba así la cama. Hacerla formalmente hubiera sido un despilfarro de lavado y planchado. Don Fermín volvió a sentarse en su sillón. Desde allí veía, distraído, los movimientos rápidos de la falda negra de Teresina, que apretaba las piernas contra la cama para hacer fuerza al manejar los pesados colchones.
Le mostró retratos suyos que databan de algunos años. Ulises tardó en reconocerla al contemplar la fotografía de una japonesa delgada, jovencita, envuelta en un kimono sombrío. Soy yo, cuando estuve allá. Nos interesaba conocer la verdadera fuerza de ese pueblo de hombrecitos con ojos de ratón. El otro retrato aparecía con falda corta, botas de montar, camisa de hombre y un fieltro de cow-boy.
«Hola, ven acá, mujer, dame un beso y un abrazo» le dijo la señorita, atrayéndola a sí con maternal cariño. Adoración se frotó bien la cara y el cuerpo contra la cintura y falda de su protectora.
La tierra es únicamente la escena; la vida, el pensamiento, el drama están en aquélla que el hombre ha usado o construido. Donde hay vida, allí hay también interés. Detrás de la casa está el jardín cercado de piedras, desde cuyo fondo empieza la montaña a elevarse. La falda de esta montaña es verde, después árida y desnuda como si en ella no hubiera tierra vegetal.
Vestían falda corta, mostrando media pantorrilla y el carnoso pie descalzo, y sus rudas cabezas habrían lucido mucho sosteniendo un arquitrabe como las mujeres de la Caria. El polvillo de la calamina que las teñía de pies a cabeza, como a los demás trabajadores de las minas, dábales aire de colosales figuras de barro crudo. Tanasio era un hombre apático.
Palabra del Dia
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