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Actualizado: 20 de junio de 2025


La ciudad de Neuchâtel, situada en la desembocadura del Seyon, demora en la falda de una montaña considerable y montuosa que es uno de los mas grandes contrafuertes de la cadena oriental del Jura, y se levanta en graciosos anfiteatros, despues de cubrir una angosta faja de terreno llano sobre la ribera del lago.

No se sabe si está sentada en una silla, ó si flota en el aire, como se mece un nido en el árbol, cuando lo agita el viento. Mira hácia abajo, mientras que con el dedo pulgar y el índice coge un pliegue sutil en su falda.

Las muchachas, ruborosas en presencia del amo, a quien muchas de ellas veían por primera vez, retrocedían mirando al suelo, con las manos puestas ante la falda. Dupont las señalaba: ¡esta! ¡esta!... Y se fijó también en Mari-Cruz, la prima de Alcaparrón. , gitana, también. Eres feílla, pero tienes ángel y sabrás cantar.

Yo llevaba cuerpo alto y falda de media cola.... En fin, ya lo verá usted en los papeles, que lo relatan sin quitar un pelo. »Pues desearé que me diga usted lo que se cuenta por ahí de nosotros con estos triunfos tan atroces. »Julieta no escribe, porque está durmiendo.

Musitando, en seguida, misteriosa frase, la anciana sacó de la gaveta de un mueble una figurilla de lienzo. La cabeza, sin facciones, estaba toda erizada de crin híspida y espesa. La cintura era ceñida, la falda ampulosa; dos largos punzones traspasaban de parte a parte la garganta.

Sus breves pies se hundieron en los surcos. Recogió su falda para marchar con más soltura, dejando al descubierto una parte de su adorable basamento. Una atmósfera voluptuosa, de vida, de belleza oculta, de amor, siguió sus pasos sobre esta tierra de muerte y podredumbre. A lo lejos sonaba la voz del padre. ¿Todavía no?...

La falda era de verano, y por debajo asomaban unas botas rotas, mucho más grandes que sus pies. Saluda, muchacha dijo la vieja ; es tu tío Gabriel; un ángel de Dios, a pesar de sus calaveradas. A él debes que yo te haya buscado. La jardinera empujaba a Sagrario hacia su tío.

Ella con otro traje: falda ceniza y abrigo muy oscuro, de paño todo bordado; sombrero gris con gran lazo y velillo; en vez de zapatos, botas. Don Juan, que va resuelto a hablar, se acobarda viendo a la niñera. «No: los criados son enemigos, no quiero comprometerla. Pero cuando viene aquí, cuando no se va de paseo a otra parte... por algo es

Un día, al dar un largo paseo por la silvestre sierra, topó en el corazón del bosque con Melisa, sentada sobre un derribado pino, como sobre un tronco fantástico formado por los colgantes penachos de siniestras ramas, con la falda llena de hierbas y de piñas, y canturreando para una de las negras melodías que en aquel preciso momento había recordado.

Allí estaban la falda negra plegada en menudas tablas con primoroso arte, y el abrigo corto de rico paño gris que tiempo atrás lució Cristeta en el paseo del Retiro, el otro abrigo forrado de seda roja que llevó a la cita en la Moncloa, el cuerpo encarnado con botoncitos de plata que se puso la tarde del teatro, y encima de todo un boa gris y un sombrero negro de ala grande y pluma rizada.

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