United States or Northern Mariana Islands ? Vote for the TOP Country of the Week !


Esto de la falda alzada no era permitido más que al arzobispo, por lo cual, cuando los canónigos que estaban en el Coro supieron la forma en que el inquisidor llegaba á la puerta del templo, mandaron á decirle con urgencia, que si quería entrar en la Catedral se dejase de que le llevaran la cola.

Cuando esto supo el señor Ortiz de Sotomayor, púsose colérico y envió recado á los canónigos diciendo que con falda alzada había de entrar y que no había más que aguantarlo, dando esto motivo á diversos recados y dimes y diretes que casi interrumpieron toda la gravedad de la solemnidad religiosa y dió bastante que murmurar al concurso, terminando el incidente, por entonces, con que el hinchado inquisidor entrase en el templo y saliese de él muy orondo y ufano, seguido del pajecito que le llevaba la discutida falda.

Venían hacia él por los bordes del camino los veloces rosarios de muchachas, cesta al brazo y falda revoloteante, de regreso de las fábricas de la ciudad. Azuleaba la huerta bajo el crepúsculo.

Vestía rico abrigo de pieles, con traje de seda del color del sombrero, cubierta la falda por otra de tul o granadina, que era por entonces la última moda. Llevaba, como hemos dicho, el manguito levantado a la altura de los ojos: éstos posados en el suelo, como quien nada tiene que ver ni partir con lo que a su alrededor acaece.

Y es que, en el fondo, el diablo anda siempre en el atavío femenino; unas veces en forma de falda trabada, otras en forma de polisón y otras en el ruedo del miriñaque. Pero siempre es el mismo diablo; no hace más que trasformarse. Con estas trasformaciones el diablo se divierte y el mundo también.

Inmediatamente después empezaba a distribuirse toda aquella tropa mujeril, como soldados que se incorporan a sus respectivos regimientos. Estas bajaban a la cocina, aquellas subían a la escuela y salón de costura, y otras, quitándose las tocas y poniéndose la falda de mecánica, se dedicaban a la limpieza de la casa.

La patrona, doña Paulina Soriana, es una señora de cuarenta otoños, frescota y rolliza, con un pescuezo muy gordo, y toda ella más blanca que la blanca chambra que usa, además de una falda de seda color violeta. Parece una excelente señora, paciente y maternal, de buen juicio y de buena economía.

Se entregaban con verdadera furia al goce de esta fiesta extraordinaria, que era como un relámpago en su vida oscura y triste. Una de ellas, por una copa derramada sobre su falda, irguiose amenazando a otra con las uñas.

Tiene también desigualdades de humor, y, de repente, accesos de un encanto imprevisto y de una humildad encantadora. ¡Pobre Luciana! ¿Por qué soy tan severo... y tan injusto acaso con ella? Ayer, cuando llegué a casa de la Marquesa de Oreve, estaba Luciana en el jardín con un libro abierto en la falda.

Agradecióselo mucho Sancho, y, besándole otra vez la mano y la falda de la loriga, le ayudó a subir sobre Rocinante; y él subió sobre su asno y comenzó a seguir a su señor, que, a paso tirado, sin despedirse ni hablar más con las del coche, se entró por un bosque que allí junto estaba.