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Actualizado: 6 de junio de 2025
Los que llegan decía Castro entran corriendo: desean sentarse cuanto antes á las mesas de juego. Los que salen todo lo ven obscuro; y aunque el Casino fuese hermoso como el Partenón, lo tomarían por una cueva de ladrones. El príncipe miró á la derecha del edificio, donde quedaba visible una faja de mar cortada por varias palmeras japonesas de tronco estoposo y copa esférica.
A sus pies extendía el mar su ancha faja obscura, cortada á trechos por otros montes más bajos, metiéndose en triángulos, tierra adentro, en forma de ensenadas y rías. Hacía algún tiempo que el doctor no había subido á pie la cuesta de Labarga y encontraba cierta novedad al espectáculo. Sin dejar de andar, iba examinando el paisaje.
Es sobre esa larga faja que demoran casi todos los centros de poblacion mas importantes, cuyos campanarios, casas y terrazas se miran en el límpido y azul espejo del Leman.
Pimentó, de bruces en el suelo, se quejaba con lamentos que parecían ronquidos, saliendo á borbotones la sangre de su rota cabeza. Con la fraternidad del ebrio, acudió Terreròla el mayor en auxilio de su rival, mirando hostilmente á Batiste. Le insultaba, buscando en su faja un arma para herirle.
¿Conoces a aquel señorito que gasta su caudal en tiros y carruajes, que lo mismo baila una mazurca en un sarao con su pantalón colán y su clac, hoy en traje diplomático, mañana en polainas y con chambergo y al otro arrastrando sable, o en breve chupetín, calzón y faja? Cincuenta pesos gasta al día, cien logra de renta; ni un solo libro tiene, ni lo compra, ni lo quiere.
Era una faja de color azul, mate y opaca, que empezaba por marcarse levemente en el filo interior de las ventanas.
Llevaba gorra pellejera, larga chaqueta azamarrada con grasientos alamares negros, pantalón de pana y botas blancas de montar, con recias espuelas de hierro; pendiente del cinto un sable, y entre los pliegues de la faja morada y burda asomaba la culatilla de un revolver de reglamento.
Ya estaba cerca el enemigo: era posible que se arrastrase cautelosamente, fuera de la senda, entre las ramas de los tamariscos. Se incorporó, requiriendo la escopeta, buscando en su faja el revólver. Tan pronto como oyese un grito de reto o un temblor en la puerta, se echaba ventana abajo, y dando vuelta a la torre, cogía al enemigo por la espalda. Pasó más tiempo... ¡Nada!
La costa de Colombia no era ya sino una faja oscura, vaga, fantástica, y las altas torres de la vieja y heróica matrona de la independencia colombiana se destacaban apénas en el horizonte, como puntos blanquecinos ó pequeñas nubes evaporándose de momento en momento.
Aquella faja formaba un cinturón alrededor del talle de la criatura y era bastante larga para que ésta pudiera llegar hasta su pequeño lecho y sentarse en él, pero era lo bastante corta como para que Eppie no ensayara alguna ascensión peligrosa.
Palabra del Dia
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