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Actualizado: 11 de julio de 2025


La madre de Lorenzo, que se hallaba recostada en la puerta de la sala que daba acceso al vestíbulo, interrumpió los saludos dirigidos a Melchor diciéndole: Venga para acá... venga el santo... el bueno... ¡Señora! exclamó Melchor dirigiéndose hacia ella, que lo recibió con los brazos abiertos exclamando: Un abrazo... así... fuerte... ¡muy fuerte! y rompió a llorar.

Los convidados, que sabían bien lo que pasaba, temieron una escena desagradable y no insistieron. Pero la alegría no se enfrió por eso. El señor Rafael tomó la guitarra exclamando: Ya me han conocío ustedes como bailarín. Ahora van á conocerme como músico.

¡Decir que yo maltrato a mi hija, porque quiere hacerse monja! seguía exclamando por lo bajo Osuna, mientras ayudaba a la huéspeda. ¡Canalla, más que canalla! Señor Osuna, dispénseme usted... Yo lo creía así dijo el sacerdote. Bueno, bueno. Ya se arreglará esa cuestión en Peñascosa profirió D. Martín con su energía característica. Ahora, ¡largo de aquí!... ¡largo!

Magdalena abrió los ojos, quiso incorporarse exclamando: «¡Aire! ¡aire! ¡Me ahogo!» y se desplomó lanzando un suspiro. Era el último. Magdalena de Avrigny ya no existía. Levantose el doctor y con voz ahogada dijo: ¡Adiós, Magdalena! ¡Adiós, hija mía! Amaury lanzó un grito terrible. Antonia sollozaba como si su pecho fuera a desgarrarse.

¿Qué es eso, gitana? ¿Estamos enojados por el lance? Otra corrida vendrá en que no tendré compromisos... Al mismo tiempo le tomó la barba con la punta de los dedos para acariciarla. Pero ella se sacudió vivamente, exclamando con voz alterada: ¡Quita allá, mala sangre!

¡Si era eso así, entonces el extraño secreto de Burton Blair era mío al fin! Manifesté mi sorprendente y súbita idea, y la cara tostada del anciano se iluminó con una sonrisa triunfante, exclamando: Arregle las cartas y haga la prueba.

Contemplando á Perla, dejaba con frecuencia Ester caer la costura en el regazo, y rompía á llorar con una aflicción que hubiera deseado ocultar, y que se manifestaba con sollozos y palabras entrecortadas exclamando: "¡Oh Padre que estás en los cielos! si es que eres aun mi Padre, ¿qué criatura es esta que he traído al mundo?"

Su prima quedó en pie, con el pecho agitado, el cabello en desorden, sonriendo siempre con la misma gracia maliciosa. El malagueño, en un arrebato de entusiasmo, puso la guitarra a sus pies, exclamando: ¡Si eztá podría ezta niña! Todos rieron menos yo.

Poco después, Montiño, con la gorra aún en la mano, espeluznados los escasos cabellos, la boca entreabierta, pálido, desencajados los ojos, crispado todo, pasó por delante de Quevedo exclamando: ¡Como la otra! Y se lanzó en la calle. Quevedo partió tras él y le asió por la capa. ¡Ea, dejadme! exclamó el cocinero mayor. ¿Os olvidáis de que yo os esperaba?

La infantil docilidad del criado pareció encantar a su verdugo, que le palmoteó la espalda con mano de plomo, exclamando: Eres un buen garzón, villano. Vete corriendo a buscar dos botellas del mejor vino de Borgoña que encuentres, y trae dos vasos. Quiero que también bebas por las glorias del rey de Francia.

Palabra del Dia

gallardísimo

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