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Actualizado: 16 de junio de 2025
Isidro tardó algunos instantes en reconocerla. Hubiera pasado varias veces ante ella sin que llamase su atención. ¡Cuán cambiada la veía!... Olvidando su tristeza de enferma, evocaba siempre en sus recuerdos la Feli hermosa y alegre de los primeros tiempos de su amor.
Y el libro ha salido triunfante de la prueba. Yo soy quien me quedo con el sentimiento de no haberle disfrutado con fruición espontánea y sincera, sin pensar ni en la crítica ni en el público, dejándome llevar sólo por la magia del relato y por las dulces memorias que en mi espíritu evocaba. ¡Duro e impertinente oficio el del que intenta razonar su propia impresión y la impresión ajena, para ahuecar luego la voz y decir solemnemente al público lo que mucho mejor sienten y mucho mejor expresaran, si tal expresión cupiese en palabras, los críticos que no escriben, los espíritus delicados y rectos a quienes no aqueja la comezón de hacer confidente suyo al público, y que por lo mismo rinden al autor, a quien admiran con admiración silenciosa, tributo más de agradecer que el de vanos artículos encomiásticos!
Además, bebía para dar nuevo vigor á su organismo, que empezaba á quebrantarse con los monstruosos excesos de la voluptuosa reclusión. Al más leve signo de fastidio, Freya caía sobre él con sus labios dominadores. Si lo dejaba libre de sus brazos, era para ofrecerle la copa llena de licores fuertes. La embriaguez, al apoderarse de él, entornando sus ojos, evocaba siempre idénticos ensueños.
La succión oceánica le arrastró, á pesar de sus desesperados braceos. «¡Todo es inútil, voy á morir!», decía una mitad de su pensamiento. Y á la vez, el otro hemisferio mental evocaba con sintético relampagueo su vida entera.
La palabra Revolución no evocaba a sus ojos más figura que la de María Antonieta prisionera en la Conserjería, y en la más sencilla agitación política veía carreras, tiros, desaguisados y atropellos. Para ella, ser de origen humilde no era una falta, pero sí una mancha, y trabajar le parecía muy honrado, pero loca la pretensión de querer elevarse encalleciéndose las manos.
La doctora evocaba las bellezas desaparecidas: la vieja vestidura de estos esqueletos colosales, la capa fina y compacta de estuco que había cubierto los poros de la piedra, dándola una superficie lisa como el mármol; los vivos colores de sus acanalados y sus frontones, que hacían de la antigua ciudad griega una masa de monumentos policromos.
Fernando, ante estos vestigios de la época del Imperio, evocaba en su imaginación el típico caballero del Brasil tradicional, tal como lo había visto en libros y grabados: galante en sus maneras, sentimental y poético como un lusitano, la cara enjuta y pálida, con ancha perilla, sudando bajo la levita negra y el cilindro lustroso del sombrero de copa, un quitasol bajo el brazo y unos pantalones blancos de hilo por toda concesión al clima de su país esplendoroso.
La terrible realidad que aquel parecido evocaba en mí se grabaría en mi alma más irrevocable que nunca. Pensaba yo todo esto mientras oía cantar á la artista y, sin embargo, la emoción que había sentido al verla aparecer en escena había sido tan viva, que quise comprobarla por un nuevo examen. Me volví y miré á aquella mujer.
Era sobre todo el instante supremo, en el recogimiento de la obscura capilla, cuando conoció la inefable embriaguez de un amor correspondido. ¡Pobre Breal! Mago inconsciente, su voz evocaba aquel pasado inolvidable, y mientras le regañaba un poco, Liette acariciaba maquinalmente sus lanas de nieve como las imágenes engañadoras que pasaban ante sus ojos soñadores.
Aunque nada tenía de poeta, era a aquel balcón donde el conde iba a menudo a soñar con su amiga. En el recogimiento de la hora crepuscular, que confunde el paisaje en tintas imprecisas y dulces tan en armonía con las impresiones melancólicas, Raúl evocaba el recuerdo turbador de sus místicos esponsales, como ella en su estrecha oficina.
Palabra del Dia
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