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Actualizado: 26 de junio de 2025


EVARISTA. ¿Le has visto? DON URBANO. . Allí le dejo trabajando en el despacho, con un tino, con una fijeza de atención que pasman. ¡Qué cabeza! EVARISTA. ¿Tiene noticia de la última voluntad del pobre Cuesta? DON URBANO. . DON URBANO. Si lo está, no se le conoce. Es tal su entereza, que ni en los casos más aflictivos deja salir al rostro las emociones de su alma grande...

ELECTRA. ¡Esperar, esperar siempre! Evarista y Pantoja empeñados en que yo he de ser ángel, y yo... vamos, que no me llama Dios por el camino angelical. No temas. Confía en . Yo te reclamaré como protector tuyo, como maestro... Pero no tardes. Por la salud de tus hijos, Máximo, no tardes. Oye lo que se me ocurre: ¿por qué no me tomas como a uno de tus niños, y me tienes como ellos y con ellos?

Pues bien: no sería completa mi enmienda si ahora no cuidara yo de dirigir a esta niña, para apartarla del peligro. Si nos descuidamos, fácilmente se nos irá por los caminos de su madre. EVARISTA. Mi parecer es que hable usted con ella... PANTOJA. A solas. EVARISTA. Eso pensaba yo: a solas. Hágale comprender de una manera delicada la autoridad que tiene usted sobre ella...

No puedo ocultar a usted que me desagrada la familiaridad de la niña con el sobrino de Urbano. EVARISTA. Ya la corregiremos. Pero tenga usted presente que Máximo es un hombre honradísimo, juicioso... PANTOJA. , ; pero... Amiga mía, en los senderos de la confianza tropiezan y resbalan los más fuertes: me lo ha enseñado una triste experiencia. Yo sentaré la cabeza cuando me acomode.

EVARISTA, DON URBANO, sentados junto a la mesa despachando asuntos; BALBINA, que sirve a la señora una taza de caldo. Ya lo sabes. Que nos parece bien el plano y presupuesto, y que ya nos entenderemos con el contratista. EVARISTA. No importa. Aún nos sobra dinero para la continuación del Socorro. BALBINA. Ya vigilo, señora. Este juego de la señorita Electra creo yo que no trae malicia.

EVARISTA. La energía de usted fortifica mi ánimo... Bueno...¿y qué...? PANTOJA. Hoy en casa de Requesens, han hablado de la chiquilla en los términos más desvergonzados. Contaban que acosada indecorosamente del enjambre de novios, se deleita recibiendo y mandando cartitas a todas horas del día.

EVARISTA. Cierto que como inteligencia... MARQU

EVARISTA. ¿Cuál es? PANTOJA. El hombre. No hay nada más malo que el hombre, el hombre... cuando no es bueno. Lo por mismo: he sido mi propio maestro. Pues que entre la cáfila de novios hay un preferido. Electra misma se lo ha confesado. EVARISTA. ¿Y quién es? Esto podría cambiar los términos del problema. DON URBANO. Lo sabremos... Y usted, amigo Cuesta, ¿no la interrogó?...

CUESTA. ¿Y no podrá decirme... a , que...? ELECTRA. ¡Ay, no! CUESTA. Por Dios, tenga usted confianza conmigo. ELECTRA. Ahora no puedo. Tengo que vestirme. CUESTA. Bueno: ya hablaremos. CUESTA. Vístase usted... y mañana... ELECTRA. , mañana. Adiós. Quiero darle otro besito. Cuesta la sigue con la vista. CUESTA, DON URBANO, EVARISTA; después ELECTRA. Perdone usted el plantón, Leonardo.

ELECTRA. Eso; en plural: problemas... porque no es uno solo. EVARISTA. ¡Anda con Dios! ELECTRA. Y trato de que me los resuelva, con una o con pocas palabras... EVARISTA. ¿Quién? Una persona que no está en este mundo. EVARISTA. ¡Niña!

Palabra del Dia

rigoleto

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