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Y mi protección, obra es de mi conciencia. Y ésta quiere oprimirme. ¡Horrible confusión! Pero su autoridad sobre no la veo clara, y perdone mi atrevimiento. Obediencia, sumisión, no debo más que a mi tía. PANTOJA. Es lo mismo. Evarista me hace el honor de consultarme todos sus asuntos. Obedeciéndola, me obedeces a . ELECTRA. ¿Y mi tía quiere también que yo sea ángel de ella, de usted...?

PANTOJA. Anticipándome a mis buenos amigos, Urbano y Evarista, que pronto volverán a su casa, aquí estoy dispuesto a cumplir el deber de ellos y el mío. MÁXIMO. ¡El deber de ellos... usted...! MARQU

EVARISTA. Y ahora, el que bien podremos llamar fundador, todos los días, sin faltar uno, visita la santa casa y el cementerio humilde y poético donde reposan las Hermanas difuntas... EVARISTA. Lo ... Y ronda el patio florido, a la sombra de cipreses y adelfas... PANTOJA. Es verdad. ¿Y cómo sabe...?

Despertó el chiquillo hace poco, y Patros le dio un bizcocho para que se entretuviera... Yo que lo oigo... acudo allá, y me le veo... ¡Virgen...! quiero cogerle, él no se deja... tengo que darle azotes... No. Aguarda. Desde aquí se oyen sus chillidos. ELECTRA. ¡Pobrecito mío! EVARISTA. Que le lleven a su casa. ELECTRA. Nadie le toque... Es mío. Los mismos; JOS

EVARISTA. Desgraciadamente, Salvador, las frivolidades de la niña son tales, que aun queriéndola tanto, no puedo salir a su defensa. Pues oiga usted más, y entérese de que la malicia humana no tiene límites.

EVARISTA. Ha muerto nuestro grande amigo, Don Leonardo Cuesta, el agente de Bolsa. DOROTEA. No sabía... EVARISTA. ¡Qué lástima de hombre! Hace días se sentía mal... presagiaba su fin. Salió el lunes muy temprano, y en la calle perdió el conocimiento. Lleváronle a su casa, y falleció a las tres de la tarde. DOROTEA. ¡Pobre señor!

Si recibe cartas y billetes de tanto pretendiente, es por pasar el rato y tener un motivo más de risa y fiesta. EVARISTA. ¿Pero cómo llegan a casa...? BALBINA. ¿Las cartas de esos barbilindos? Aún no lo . Pero yo vigilo a Patros, que me parece... EVARISTA. Mucho cuidado y entérame de lo que descubras... BALBINA. Descuide la señora.

DON URBANO. Fruto de su inteligencia privilegiada... No: de la perseverancia, de la paciencia laboriosa... EVARISTA. ¡Ay, no me digas! Trabajas brutalmente. MÁXIMO. Lo necesario, tía, por obligación, y un poco más por goce, por recreo, por entusiasmo científico. DON URBANO. Es ya una monomanía, una borrachera. No: es la ambición, la maldita ambición, que a tantos trastorna y acaba por perderlos.

DON URBANO. Yo también estoy atareadísimo. Tengo mil menudencias... CUESTA. No te ocupes de . DON URBANO. Perdona, Leonardo. Evarista no tardará en salir. CUESTA; ELECTRA, PATROS, que asoman por la puerta de la izquierda, como reconociendo el terreno. ELECTRA. Cuidado, Patros... Por aquí es difícil que podamos pasarlo.

Fue Pepito... Los papeles llenos de garabatos, los cogí yo, creyendo que no servían para nada. CUESTA. Vamos, haya paces. MÁXIMO. Paces. ELECTRA. Esto por lo que me has dicho. MÁXIMO. ¡Si no he callado nada! PANTOJA. Formalidad, juicio. EVARISTA. ¿Qué te ha dicho?