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Actualizado: 24 de junio de 2025
El acento de ansioso estupor con que hacía esa pregunta parecía sincero. ¡Vamos, vamos! ¿Quiere usted todavía hacerme perder más tiempo? ¿Le duele a usted verla perdida? ¿No sabe usted que esa mujer le ha amado? ¿No se da usted cuenta de que la responsabilidad moral de tanta ruina pesa sobre usted únicamente? ¿Finge usted estupor después de haber mentido?
Al fin, envenenado hasta lo más íntimo de mi ser, preñado de torturas y fantasmas, convertido en un tembloroso despojo humano; sin sangre, sin vida miseria a que la cocaína prestaba diez veces por día radiante disfraz, para hundirme en seguida en un estupor cada vez más hondo, al fin un resto de dignidad me lanzó a un sanatorio, me entregué atado de pies y manos para la curación.
Antes de morir me confió para usted un mensaje: que le perdonase por no haberse casado, que la había querido siempre y que moría en el amor a usted. Estas fueron sus últimas palabras. Unos instantes de estupor. Felicita quedó como congelada, yerta. Perdió voluntad y continencia.
Estuvo muchos días sin confesárselo, procurando engañarse a sí mismo, desviando los ojos para no verla. Llegó un momento, sin embargo, en que ya no fue posible. La infame se había ido enroscando cautelosamente a su alma, se había apoderado insensiblemente de toda ella. ¡Qué estupor! ¡Qué horrible desconsuelo! La Biblia es la palabra de Dios. Lo que Dios sugiere es la infalible verdad.
Yo que, pasado el estupor, me disponía a emprender la fuga, apenas tuve fuerzas para contestar al saludo. Siento mucho haber hecho el papel de gavilán... Pero las tortolitas no deben asustarse, que no vengo a comérmelas...
Mientras iban, impuso a Juana con palabras entrecortadas de todo lo que sabía, de la causa aparente del duelo, del nombre de los testigos, del arma elegida, de la hora y lugar de la cita. Era cerca de la una de la mañana, y Jacobo terminaba sus últimas disposiciones, cuando vio con estupor abrirse violentamente la puerta de su biblioteca y dar paso a Juana.
Los dos se miraron, él con estupor, ella con cólera. Me has dado, por cierto, muy exactas noticias ... Te felicito ... Parece que Mauricio y él no han cesado de verse en su vida. ¿Quién era el que les espiaba por encargo tuyo? El portero del señor Aubry. Pues te ha robado el dinero y se ha burlado de ti. ¿De quién fiarse entonces? De sí mismo, y esto á condición de no ser un mentecato.
Hace veinte años no he dejado de serlo ... Puedo decir que las únicas penas de mi vida han venido del señor Roussel. Señorita, dijo Mauricio con estupor, no puedo suponer que usted me engañe, ... y sin embargo, lo que me está contando es tan extraño, tan inverosímil ... Hace veinte años que estoy al lado del señor Roussel y es esta la primera vez que oigo hablar de tales disensiones.
La multitud redobló su furia al ver el estupor y la postración de su víctima, y tras las palabras vinieron los movimientos: le mandaron salir, le empujaron hacia la puerta, le echaron.
Pero si en una época dada de esta fiebre, se postran los centros nerviosos y sanguíneos por la influencia de una conmocion cualquiera, que provoca la alteracion, y la comprueban los fenómenos de inercia cerebral, de estupor, de tifoidismo y aun de ataxia, la indicacion del árnica es natural y precisa.
Palabra del Dia
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