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Después cogiendo una silla vino a sentarse a su lado, y tomándole una mano le dijo con voz que temblaba ligeramente: No eres sola desgraciada, Elena. Yo también lo soy. ¿? exclamó aquélla alzando la cabeza y mirándola con estupor. , hace dos días que me encuentro en esta casa porque me he visto obligada a huir de mi marido.

El plan de su amante le llenaba de estupor; pero como estaba acostumbrado a obedecer, hizo lo que le mandaba. El resultado coronó la audacia de la dama; fue tal como ella había previsto.

¿Cómo? dijo el cura con estupor, ¿encuentra usted que Magdalena ha dicho una tontería porque quiere que el cristianismo inspire la vida de la solterona? No, señor cura, no es eso. Esta chica nos marea suponiendo que sólo el cristianismo ha hecho las solteronas... ¿Y usted quisiera que yo le dijese que se equivoca? preguntó el cura maliciosamente. ¡Oh! , señor cura suspiró la abuela.

Da un salto hacia la puerta... Descorre el cerrojo y... desaparece. Rígido de estupor, Martín lo sigue con los ojos un momento; después se dice, como para librarse de la inquietud que se apodera de él. Está demasiado impresionado y necesita respirar el aire fresco; volverá.

Esta zona de la mina se llama la Terrible repuso el ciego indiferente al estupor de su compañero de camino . Ha estado en explotación hasta que hace dos años se agotó el mineral de calamina. Hoy los trabajos se hacen en otras zonas que hay más arriba.

La señora de Maurescamp manifestose en los primeros tiempos completamente rebelde a toda idea de reconciliación. Pero después de dos o tres meses pasados en un estado de estupor desesperado, pareció despertarse repentinamente bajo la impresión de nuevas reflexiones. Declaró a su madre que cedía a sus consejos, que volvería a casa de su marido y que sólo pedía algunos meses de retardo.

Era indudable que caíamos en plena escena de familia. La abuela y yo cambiamos rápidamente una mirada de estupor, pero era imposible retroceder. El salón de los Brenay, siempre tan animado, tan alegre, tan en armonía con los gustos de los dueños de la casa, me pareció ensombrecido por negras nubes cuando tomé posesión de una silla al lado de Petra.

En tal situación, la labradora, saliendo del estupor en que se hallaba, murmuró de repente algunas palabras ininteligibles. Luego añadió en voz baja: ¡Divès llega!... Le veo... Sale por la poterna que está a la derecha del arsenal... Gaspar le sigue y...

Pero, hombre de Dios, ¿por qué? preguntó el otro con la misma sonrisa. ¡Porque quiero yo!... ¡Porque quiero yo que venza Francia! gritó el señor Paco con la faz pálida ya y descompuesta, los ojos llameantes. Nos quedamos inmóviles y confusos, mirándonos con estupor. Un mismo pensamiento cruzó por la mente de todos.

¡Nuestra pobre amiga! exclamó otra vez la Baronesa, tendiéndole la diestra, cual si quisiera confortarle, infundirle valor. ¡Quién lo habría dicho!... ¿No parece un sueño?... ¡Pobre, pobre amiga!... Matarse así... Pero el joven se repuso, y avanzando un paso más dijo con fuerte voz: No. Un movimiento de inquietud y estupor pasó por entre los presentes.