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Actualizado: 13 de julio de 2025
La atmósfera de la cerrada habitación era de estufa: flotaban en ella espirituosos efluvios de bebidas, vaho de suculentos manjares, y el calor uniforme, apacible de la chimenea, y el leve aroma resinoso de los ardidos leños.
Con una condescendencia rara en ella, colmaba a aquellas señoras de atenciones y de regalitos, les enviaba frutas de su jardín y flores de su estufa y hasta invitaba a su hijo a unir al envío alguna banasta de caza.
Ya se me figura que es verdad cuanto usted me dice. Yo soy así. Vea usted lo que me pasa: hace un rato hablábamos de flores; pues ya se me ha pegado a la nariz un olor riquísimo. Paréceme que estoy dentro de mi estufa, viendo tantos primores, y oliendo fragancias deliciosas.
Se quedaron en el estudio, y Argensola tuvo que modificar su existencia, buscando la estufa de algún pintor amigo para continuar sus lecturas. Esta situación se prolongó dos meses. No supieron nunca qué fuerza secreta derrumbó de pronto su tranquila felicidad.
En medio de las calamidades que cayeron entonces sobre la casa, fui la única que conservó toda su sangre fría. Marta, aniquilada, se abismó en su dolor y mamá ¡la pobre y querida mamá! había permanecido durante tantos años sentada cómodamente y en paz al lado de la estufa tejiendo medias y mascando frutas azucaradas, que no quería ni podía concebir que aquella existencia cambiara.
Muchos a las doce, después de bailar y cantar y alborotar, ya tenían apetito; se había comido temprano; otros no hicieron más que probar golosinas y beber. Como la noche se había quedado tan serena y templada que parecía de las primeras de Septiembre, se cenó en la estufa nueva que se inauguró en este día; era grande, alta, confortable, construida por modelo de París.
Ambos penetraron en la sala, que era una habitación alta y bastante grande cubierta de maderas hasta el techo, con armarios de roble provistos de brillantes herrajes, con una estufa en forma de pirámide que comunicaba con la cocina, un reloj antiguo que contaba los segundos, dentro de una caja de nogal, y un gran sillón de cuero, articulado por una cremallera, que había sido usado por diez generaciones de ancianos.
Te estás matando decía Argensola . Bailas demasiado. La gloria de su amigo representaba nuevas molestias para él. Sus plácidas lecturas ante la estufa se veían ahora interrumpidas diariamente. Imposible leer más de un capítulo. El hombre célebre le apremiaba con sus órdenes para que se marchase á la calle. «Una nueva lección» decía el parásito.
No había pasado un cuarto de hora cuando los dos muchachos se encontraron con su padre en la sala grande de La Piña; era aquélla una habitación baja de techo, que tenía una estufa de hierro pintada de color plomo, con el suelo terrizo y unas largas mesas de pino perfectamente limpias con cola de caballo.
Era de los que subían á su estudio en las tardes de invierno, atraídos por la caricia roja de la estufa y los vinos facilitados ocultamente por la madre. Tronaba el español ante la botella liberalmente renovada y la caja de cigarrillos abierta sobre la mesa, hablando de todo con autoridad. Una noche se quedó á dormir en un diván. No tenía domicilio fijo.
Palabra del Dia
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