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Actualizado: 13 de octubre de 2025


Quisiera ver una planta de jazmín grande, grande, que me diera sombra. ¡Y cómo me quedaría yo embelesada, viendo las mil florecillas caer sobre mis hombros, y prendérseme en el pelo!... Yo sueño con tener un magnífico jardín y una estufa... ¡Ay! esas estufas con plantas tropicales y flores rarísimas, quisiera verlas yo. Me las figuro; las estoy viendo... me muero de pena por no poder poseerlas.

Miss Maud, cumpliendo la promesa hecha á Tragomer, cogió una silla y la llevó al lado del piano, á dos pasos de la cantante. Tragomer, Sorege y Jacobo, como si estuvieran de acuerdo, se dirigieron á la puerta de la estufa.

Y tal era su poder de obsesión, que Julio veía lo que el otro se imaginaba haber puesto en los ojos de redondez buhesca. El también pintaría almas... almas de mujeres. Con ser tan fácil este trabajo de engendramiento psíquico, Argensola gustaba más de charlar recostado en un diván ó leer al amor de la estufa mientras el amigo y protector estaba fuera.

Con su paso pesado y balanceante avanzó hacia la cama, tomó la mano de Marta, su mano flaca y ardiente, cuyas uñas tenían un matiz azulado, y la miró fijamente. Después se sentó en el rincón más obscuro, detrás de la estufa, y permaneció allí encogido durante dos horas, dos largas horas. Yo esperaba, con el corazón palpitante, que él me dirigiera la palabra, pero guardó silencio como antes.

La huerta de Pepita ha dejado de ser huerta y es un jardín amenísimo con sus araucarias, con sus higueras de la India, que crecen aquí al aire libre, y con su bien dispuesta, aunque pequeña estufa, llena de plantas raras.

Lázaro, como de costumbre, había bajado al jardín, y con su libro entre las manos, paseo arriba, paseo abajo, recorría lentamente el trecho comprendido entre la estufa de cristales y la verja de entrada, pasando repetidas veces ante las rejas del salón de baile.

Bobart, cogido por el brazo, abrió él mismo la puerta y como quisiera alumbrar el camino, con su linterna, dijo Mauricio: ¡Demasiadas atenciones! La luna basta ... y sobra. Hay que ir á buscar á mi padrino á la estufa. Ante la idea de encontrarse enfrente de Roussel, Bobart se estremeció, pero echó á andar, sin embargo. No tenía deseo alguno de resistirse.

Otras veces, cuando el maestro experimentaba una sensación de bienestar animal con un libro en la mano junto á la estufa roncadora, viendo á través de la vidriera la tarde gris y lluviosa, se presentaba de repente el discípulo: ¡Pronto... á la calle! Va á venir una mujer.

El tiempo refresca; papá Wittmann, ha hecho usted bien encendiendo la estufa, ¡Una copita de coñac para disipar la niebla! ¡Ején, ején!

Ya delicada y débil, verdadera planta de los Trópicos cuidada en estufa, no ofrecía ninguna resistencia a la anemia abrumadora que la había invadido lentamente e iba pereciendo de día en día a pesar de los cuidados minuciosos que se le prodigaban.

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